Página 672 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca,
y los apercibirás de mi parte. Diciendo yo al impío: Impío, de cierto
morirás; si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino,
el impío morirá por su pecado, mas su sangre yo la demandaré de
tu mano. Y si tú avisares al impío de su camino para que de él se
aparte, y él no se apartare de su camino, por su pecado morirá él, y
tú libraste tu vida”.
Ezequiel 33:6-9
.
En un sueño que tuve hace poco, me vi frente a una asamblea
de gente entre la cual algunos hacían esfuerzos para eliminar la
impresión de un muy solemne testimonio de amonestación que les
había dado. Decían: “Creemos los testimonios de la hermana White;
pero cuando nos dice cosas que no ha visto directamente en visión
del caso particular que se considera, sus palabras no tienen más valor
para nosotros que las de cualquiera otra persona”. El Espíritu del
Señor vino sobre mí, y me levanté y los reprendí en el nombre de
Jehová. Repetí en substancia lo que he presentado ya acerca del
centinela. Esto, dije, se aplica a vuestro caso y al mío.
Ahora bien, si aquellos a quienes se dirigen estas solemnes amo-
nestaciones dicen: “Es tan sólo la opinión individual de la hermana
White, seguiré mi propio juicio”, y si continúan haciendo las cosas
que se les ha advertido que no hagan, demuestran que desprecian
el consejo de Dios y el resultado es exactamente lo que el Espíritu
de Dios me ha mostrado que sería: perjuicio para la causa de Dios
y ruina para sí mismos. Algunos que quieren fortalecer su propia
posición presentarán declaraciones de los
Testimonios
en las cuales
ven apoyadas sus opiniones, y les darán el sentido más enérgico que
puedan; pero aquello que pone en duda su conducta, o que no coin-
cide con sus opiniones, lo declaran opinión de la hermana White,
niegan su origen celestial y lo colocan al nivel de su propio juicio.
Si vosotros, hermanos míos, que me habéis conocido a mí y a
mi obra durante muchos años, asumís la actitud de que mi consejo
no tiene más valor que el de aquellos que no han sido especialmente
educados para esta obra, entonces no me pidáis que me una con
vosotros en el trabajo; porque mientras asumís esta actitud, contra-
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rrestáis inevitablemente la influencia de mi obra. Si os sentís tan
seguros al seguir vuestros propios impulsos como al seguir la luz
dada por la sierva delegada de Dios, el peligro es vuestro; seréis
condenados porque rechazáis la luz que el cielo os ha enviado.