Página 689 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Los misterios de la Biblia son pruebas de su inspiración
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tra entera dependencia de Dios; pero todos los que acudan a la Biblia
con un espíritu dispuesto a ser enseñado y a orar, para estudiar sus
declaraciones como Palabra de Dios, recibirán iluminación divina.
Hay muchas cosas aparentemente difíciles u oscuras, que Dios hará
claras y sencillas para los que traten así de comprenderlas.
Hay a veces hombres de capacidad intelectual, mejorada por
la educación y la cultura, que no alcanzan a comprender ciertos
pasajes de la Escritura, mientras que otros que no tienen instrucción,
cuyo entendimiento parece débil y cuya mente no está disciplinada,
comprenden su significado y hallan fuerza y consuelo en aquello que
los primeros declaran tedioso, o pasan por alto corno si no tuviese
importancia. ¿Por qué es esto? Me ha sido explicado que la última
clase no confía en su propio entendimiento. Van a la fuente de la
luz, Aquel que inspiró las Escrituras, y con humildad de corazón
piden sabiduría a Dios, y la reciben. Hay minas de verdad que ha
de descubrir todavía el investigador ferviente. Cristo representó la
verdad por un tesoro oculto en un campo. No está en la misma
superficie; debemos cavar para encontrarla. Pero nuestro éxito en
esto no depende tanto de nuestra capacidad intelectual como de
nuestra humildad de corazón y de una fe que se vale de la ayuda
divina.
Sin la dirección del Espíritu Santo, estaremos constantemente
expuestos a torcer las Escrituras o a interpretarlas mal. Muchas veces
la lectura de la Biblia no reporta provecho, y hasta puede causar un
daño positivo. Cuando la Palabra de Dios se abre sin reverencia ni
oración; cuando los pensamientos y afectos no están fijos en Dios ni
armonizan con su voluntad, el intelecto está enturbiado por la duda;
y el escepticismo se fortalece en el mismo estudio de la Biblia. El
enemigo rige los pensamientos y sugiere interpretaciones que no
son correctas.
Cuando quiera que los hombres no traten de estar en armonía con
Dios en sus palabras y acciones, por sabios que sean están expuestos
a errar en su comprensión de la Escritura, y es peligroso confiar
en sus explicaciones. Cuando tratamos verdaderamente de hacer la
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voluntad de Dios, el Espíritu Santo toma los preceptos de su Palabra,
hace de ellos los principios de la vida y los escribe en las tablas
del alma. Son únicamente los que siguen la luz ya dada quienes
pueden esperar recibir mayor iluminación de parte del Espíritu. Esto