Página 692 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
aceptado como verdad. Lo cierto es que ha habido entre nosotros un
apartamiento del Dios vivo, una desviación hacia los hombres, y se
pone la sabiduría humana en lugar de la divina.
Dios despertará a sus hijos; si otros medios fracasan, se levanta-
rán herejías entre ellos, que los zarandearán, separando el tamo del
trigo. El Señor invita a todos los que creen su Palabra a que despier-
ten. Ha llegado una luz preciosa, apropiada para este tiempo. Es la
verdad bíblica, que muestra los peligros que están por sobrecogernos.
Esta luz debe inducirnos a un estudio diligente de las Escrituras, y a
un examen muy crítico de las creencias que sostenemos. Dios quiere
que se examinen cabal y perseverantemente, con oración y ayuno, las
opiniones y los fundamentos de la verdad. Los creyentes no han de
confiar en suposiciones e ideas mal definidas de lo que constituye la
verdad. Su fe debe estar firmemente basada en la Palabra de Dios, de
manera que cuando llegue el tiempo de prueba, y sean llevados ante
concilio para responder por su fe, puedan dar razón de la esperanza
que hay en ellos, con mansedumbre y temor.
Agitad, agitad, agitad. Los temas que presentamos al mundo
deben ser para nosotros una realidad viva. Es importante que al
defender las doctrinas que consideramos artículos fundamentales de
fe, nunca nos permitamos emplear argumentos que no sean comple-
tamente correctos. Tal vez sirvan para acallar a un oponente, pero
no honran la verdad. Debemos presentar argumentos sólidos, que no
sólo acallen a nuestros oponentes, sino que soporten el examen más
estricto y escrutador. Los que se han educado como disputadores
están en grave peligro de no manejar la Palabra de Dios con justicia.
Cuando hacemos frente a un oponente, nuestro ferviente esfuerzo
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debe tener por objeto presentar los temas de tal manera que despier-
ten la convicción en su mente en vez de tratar simplemente de dar
confianza al creyente.
Cualquiera que sea el progreso intelectual de un hombre, no
debe pensar por un momento que no necesita escudriñar cabal y
continuamente las Escrituras para obtener mayor luz. Como pueblo
somos llamados individualmente a ser estudiantes de la profecía.
Debemos velar con fervor para notar cualquier rayo de luz que Dios
nos presente. Debemos discernir los primeros reflejos de la verdad;
por medio del estudio acompañado de oración, podremos obtener
luz más clara, para comunicarla a otros.