Página 699 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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El conflicto inminente
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Puede ser que un momento de respiro sea concedido todavía
al pueblo de Dios para que se despierte y deje brillar su luz. Si la
presencia de diez justos habría salvado a las ciudades impías de la
llanura, ¿no será posible que Dios, en respuesta a las oraciones de
su pueblo, refrene las obras de los que están anulando su ley? ¿No
humillaremos nuestro corazón en gran manera delante de Dios e
intercederemos con él para que revele su gran poder?
Si nuestro pueblo conserva la actitud indiferente que ha asu-
mido, Dios no podrá derramar su Espíritu sobre él. Sus miembros
no estarán preparados para cooperar con él. No se percatan de la
situación ni comprenden el peligro que los amenaza. Como nunca
antes debieran sentir su necesidad de velar y actuar en concierto.
No se ha comprendido la importancia que tiene la obra peculiar
del tercer ángel. Dios quería que sus hijos adelantasen mucho más
de lo que han adelantado hasta hoy. Pero ahora, cuando ha llegado
el momento de actuar, tienen que hacer preparativos. Cuando los
Reformadores Nacionales empezaron a insistir en que se adoptasen
medidas para restringir la libertad religiosa, nuestros dirigentes de-
bieran haber comprendido la situación y haber trabajado seriamente
para contrarrestar estos esfuerzos. No concuerda con la orden de
Dios que nuestro pueblo haya sido privado de la luz, la verdad pre-
sente que necesita para este tiempo. No todos nuestros ministros que
están dando el mensaje del tercer ángel comprenden realmente lo
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que constituye este mensaje. El movimiento de Reforma Nacional
ha sido considerado por algunos como de tan poca importancia que
no merece mucha atención, y, hasta les ha parecido que si se la
dedicasen, estarían ocupando su tiempo en cuestiones distintas del
mensaje del tercer ángel. El Señor perdone a nuestros hermanos por
haber interpretado así el mensaje destinado a este tiempo.
Es necesario despertar al pueblo acerca de los peligros del tiempo
actual. Los centinelas están durmiendo. Sufrimos años de atraso.
Sientan los principales centinelas la urgente necesidad de prestar
atención a sus propios casos, no sea que pierdan las oportunidades
que tienen de ver los peligros.
Si los dirigentes de nuestras asociaciones no aceptan ahora el
mensaje que Dios les envía, ni entran en acción, las iglesias sufri-
rán una gran pérdida. Si, al ver venir la espada, el atalaya toca la
trompeta con sonido certero, las filas del pueblo harán repercutir