Página 709 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Obreros de la causa
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Es menester aprender que cuando Dios asigna los medios para
realizar cierta obra, nosotros no debemos ponerlos a un lado y luego
orar y esperar que él obre un milagro para suplir la necesidad. Si
el agricultor deja de arar y de segar, Dios no hace un milagro para
impedir los resultados de su negligencia. Al tiempo de la siega sus
campos estarán estériles y no habrá grano para segar ni gavillas para
recoger. Dios proveyó la semilla y el terreno, el sol y la lluvia; y si el
labrador hubiera empleado los medios que estaban a su disposición,
habría recibido conforme a su siembra y a sus esfuerzos.
Hay grandes leyes que gobiernan el mundo natural, y las cosas
espirituales están controladas por principios igualmente ciertos. Los
medios para lograr un fin tienen que emplearse si se quiere lograr
los resultados deseados. Dios le ha asignado a cada hombre su obra,
conforme a su capacidad. Es por medio de la educación y la práctica
como las personas han de prepararse para hacer frente a cualquier
emergencia que pueda surgir, y se necesita planear en forma sabia
para colocar a cada uno en la esfera apropiada, de manera que
pueda obtener la experiencia que lo capacitará para desempeñar una
responsabilidad.
Aunque la educación, la preparación y el consejo de las personas
de experiencia son, desde luego, esenciales para los obreros, se les
debe enseñar que no pueden depender enteramente del parecer de
ningún hombre. Como agentes libres de Dios, todos deben pedirle sa-
biduría. Cuando el discípulo depende enteramente de pensamientos
ajenos y sólo se limita a aceptar sus planes, entonces ve únicamente
a través de los ojos de ese hombre y se convierte en el eco del otro.
Dios trata a los hombres como seres responsables. Obraría por su
Espíritu por intermedio de la mente que dio al hombre, si éste tan
sólo le diera la oportunidad de obrar y reconociese su obra. Dios se
propone que cada uno use su mente y su conciencia por sí mismo.
No es su intención que una persona se convierta en sombra de otra,
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ni que dé expresión solamente a los sentimientos de otra persona.
Todos debemos amar a nuestros hermanos y respetar y tener en
alta estima a nuestros dirigentes, pero no debemos convertirlos en
portadores de nuestras cargas. No debemos verter todas nuestras
dificultades y perplejidades en las mentes de los demás, de manera
que los cansemos. “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría,
que la pida a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche,