Página 723 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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El carácter de Dios revelado en Cristo
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compasión divina “Porque
de tal manera amó
Dios al mundo, que
ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Juan 3:16
. A la par que se
mantiene la ley de Dios, y se vindica su justicia, el pecador puede ser
perdonado. El más inestimable don que el cielo tenía para conceder
ha sido dado para que Dios “sea el justo, y el que justifica al que
es de la fe de Jesús”.
Romanos 3:26
. Por este don, los hombres son
levantados de la ruina y degradación del pecado, para llegar a ser
hijos de Dios. Dice Pablo: “Habéis recibido el espíritu de adopción,
por el cual clamamos, Abba, Padre”.
Romanos 8:15
.
Hermanos, con el apóstol Juan os invito a mirar “cuál amor
nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios”.
1 Juan
3:1
. ¡Qué amor, qué amor incomparable, que nosotros, pecadores y
extranjeros, podamos ser llevados de nuevo a Dios y adoptados en su
familia! Podemos dirigirnos a él con el nombre cariñoso de “Padre
nuestro”, que es una señal de nuestro afecto por él, y una prenda de
su tierna consideración y relación con nosotros. Y el Hijo de Dios,
contemplando a los herederos de la gracia, “no se avergüenza de
llamarlos hermanos”.
Hebreos 2:11
. Tienen con Dios una relación
aun más sagrada que la de los ángeles que nunca cayeron.
Todo el amor paterno que se haya transmitido de generación a
generación por medio de los corazones humanos, todos los manan-
tiales de ternura que se hayan abierto en las almas de los hombres,
son tan sólo como una gota del ilimitado océano, cuando se compa-
ran con el amor infinito e inagotable de Dios. La lengua no lo puede
expresar, la pluma no lo puede describir. Podéis meditar en él cada
día de vuestra vida; podéis escudriñar las Escrituras diligentemente
a fin de comprenderlo; podéis dedicar toda facultad y capacidad que
Dios os ha dado al esfuerzo de comprender el amor y la compasión
del Padre celestial; y aun queda su infinidad. Podéis estudiar este
amor durante siglos, sin comprender nunca plenamente la longitud
y la anchura, la profundidad y la altura del amor de Dios al dar a
su Hijo para que muriese por el mundo. La eternidad misma no lo
revelará nunca plenamente.
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Sin embargo, cuando estudiemos la Biblia y meditemos en la vi-
da de Cristo y el plan de redención, estos grandes temas se revelarán
más y más a nuestro entendimiento. Y alcanzaremos la bendición
que Pablo deseaba para la iglesia de Efeso, cuando rogó: “El Dios