Página 724 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de gloria, os dé
espíritu de
sabiduría y de revelación para su conocimiento;
alumbrando los
ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál sea la esperanza
de su vocación, y cuáles
las riquezas de la gloria
de su herencia en
los santos, y cuál aquella
supereminente grandeza de su poder para
con nosotros los que creemos
”.
Efesios 1:17-19
.
Satanás procura constantemente mantener las mentes humanas
ocupadas en aquellas cosas que les impedirán obtener el conocimien-
to de Dios. Trata de hacerlas dedicarse a aquello que oscurecerá
el entendimiento y desalentará el alma. Estamos en un mundo de
pecado y corrupción, rodeados de influencias que tienden a seducir
o descorazonar a los que siguen a Cristo. El Salvador dijo: “Y por
haberse multiplicado la maldad, la caridad de muchos se resfriará”.
Mateo 24:12
.
Muchos fijan los ojos en la terrible perversidad que existe en
derredor de ellos, la apostasía y la debilidad que hay por todas partes,
y hablan de estas cosas hasta que su corazón está lleno de tristeza
y duda. Hacen predominar ante sus mentes la obra magistral del
gran engañador, se espacian en los rasgos desalentadores de su
experiencia, al par que parecen perder de vista el poder y el amor
sin par del Padre celestial. Todo esto está conforme con la voluntad
de Satanás. Es un error pensar en el enemigo de la justicia como
revestido de poder tan grande, cuando nos espaciamos tan poco
en el amor de Dios y en su poder. Debemos hablar del poder de
Cristo. Somos completamente impotentes para rescatarnos de las
garras de Satanás; pero Dios ha señalado una vía de escape. El Hijo
del Altísimo tiene fuerza para pelear la batalla por nosotros; y por
“Aquel que nos amó”, podemos hacer “más que vencer”.
Romanos
8:37
.
No obtenemos fuerza espiritual si sólo pensamos en nuestras
debilidades y apostasías y lamentamos el poder de Satanás. Esta gran
verdad debe ser establecida como principio vivo en nuestra mente y
corazón: la eficacia de la ofrenda hecha en favor nuestro; que Dios
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puede salvar hasta lo sumo a cuantos acuden a él cumpliendo las
condiciones especificadas en su Palabra. Nuestra obra consiste en
poner nuestra voluntad de parte de la voluntad de Dios. Luego, por
la sangre de la expiación, llegamos a ser partícipes de la naturaleza
divina; por Cristo somos hijos de Dios, y tenemos la seguridad de