Página 729 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

Basic HTML Version

El verbo hecho carne
La unión de la naturaleza divina con la humana es una de las
verdades más preciosas y más misteriosas del plan de redención. De
ella habla el apóstol Pablo cuando dice: “Sin contradicción, grande
es el misterio de la piedad: Dios ha sido manifestado en carne”.
1
Timoteo 3:16
.
Esta verdad ha sido para muchos una causa de duda e incredu-
lidad. Cuando Cristo vino al mundo como Hijo de Dios e Hijo del
hombre no fue comprendido por la gente de su tiempo. Cristo se
rebajó hasta revestirse de la naturaleza humana, a fin de alcanzar a
la especie caída y elevarla. Pero la mente de los hombres había sido
oscurecida por el pecado, sus facultades estaban embotadas y sus
percepciones enturbiadas, de manera que no podían discernir su ca-
rácter divino debajo del manto de la humanidad. Esta falta de aprecio
de parte de los hombres obstaculizó la obra que él deseaba realizar
por ellos; y a fin de dar fuerza a su enseñanza se vio con frecuencia
en la necesidad de definir y defender su posición. Refiriéndose a
su carácter misterioso y divino, trató de encauzar su mente hacia
pensamientos que fuesen favorables al poder transformador de la
verdad.
Además, empleó las cosas de la naturaleza con las cuales estaban
familiarizados para ilustrar las verdades divinas. El terreno del cora-
zón quedó así preparado para recibir la buena semilla. Hizo sentir a
sus oyentes que sus intereses se identificaban con los suyos, que su
corazón simpatizaba con ellos en sus goces y aflicciones. Al mismo
tiempo vieron en él la manifestación de un poder y una excelencia
[698]
que superaban en mucho a los que poseían los rabinos más alabados.
Las enseñanzas de Cristo se caracterizaban por una sencillez, una
dignidad y un poder hasta entonces desconocido para ellos, y ex-
clamaron involuntariamente: “Nunca ha hablado hombre así como
este hombre”.
Juan 7:46
. El pueblo le escuchaba gustosamente; pero
los sacerdotes y príncipes -los que eran fieles a su cometido como
guardianes de la verdad- aborrecían a Cristo por la misma gracia que
725