Página 73 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Los testimonios menospreciados
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Una vez más, mientras estaba en oración, el Señor volvió a re-
velarse. Me encontré otra vez en Battle Creek. Estuve de visita en
muchos hogares y escuché las palabras que vosotros hablábais en
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torno a vuestras mesas. No se me permite revelar los detalles. Espero
que nunca se me pida mencionarlos. Además, tuve varios sueños
muy impresionantes.
¿Cuál sería la voz que estaríais dispuestos a reconocer como
la voz de Dios? ¿Qué poder tendrá el Señor en reserva para corre-
gir vuestros errores y mostraros vuestro comportamiento tal cual
es? ¿Qué poder para haceros trabajar por la iglesia? Si rehusáis
creer hasta que toda sombra de incertidumbre y toda posibilidad de
duda sean eliminadas, nunca llegaréis a creer. La duda que exige
un conocimiento perfecto nunca cederá ante la fe. La fe descansa
sobre la evidencia y no sobre la demostración. El Señor requiere
que obedezcamos la voz del deber cuando otras voces a nuestro
alrededor nos instan a seguir un curso opuesto. Esto requiere de
nosotros que pongamos seria atención para poder distinguir cuál sea
la voz que proviene de Dios. Es preciso que resistamos y venzamos
toda inclinación y obedezcamos la voz de la conciencia sin discu-
sión ni transigencia para evitar que cesen sus insinuaciones y que
dominen en su lugar la voluntad y deseos propios. La palabra del
Señor llega a todos nosotros que no hemos resistido a su Espíritu
rehusando escuchar y obedecer. Esta voz puede escucharse mediante
las amonestaciones, los consejos y reprensiones. Estas constituyen
el mensaje de luz para su pueblo. Si esperamos hasta recibir llama-
dos más fuertes y mejores oportunidades, puede ser que la luz sea
retirada y que nos quedemos en oscuridad.
Al descuidar una vez de cumplir con el llamado del Espíritu de
Dios y de su Palabra cuando la obediencia requiere llevar una cruz,
muchos han perdido mucho; cuánto, no lo sabrán hasta que los libros
sean abiertos en el día final. Los ruegos del Espíritu, descuidados
hoy porque el placer o la inclinación conducen a la persona en
una dirección opuesta, pueden no tener poder para convencer, o aun
impresionar, el día de mañana. La única manera de crecer en gracia y
en el conocimiento de la verdad es sacándoles el mayor rendimiento a
las oportunidades del presente, con corazones deseosos y dispuestos.
Debemos siempre abrigar un sentimiento de que individualmente
estamos ante la presencia del Señor de los ejércitos; ninguna palabra,