Página 74 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
acto, ni aun un pensamiento, debiera acariciarse que ofenda ante la
vista del Eterno. Entonces no tendremos temor ni de los hombres
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ni de ningún poder terrenal, porque un Monarca, cuyo imperio es
el universo, quien sostiene en sus manos nuestro destino individual
ahora y por la eternidad, lleva la cuenta de todas nuestras obras. Si
sintiéramos que en todo lugar somos siervos del Altísimo, seríamos
más circunspectos; nuestra vida entera poseería para nosotros un
significado y una santidad que los honores del mundo jamás podrían
darnos.
Los pensamientos del corazón, las palabras de nuestros labios
y todas las obras de nuestra vida, harán que nuestro carácter sea
más digno, si es que sentimos la presencia constante de Dios. Sea el
lenguaje del corazón el siguiente: “He aquí Dios está en nuestro me-
dio”. Entonces la vida será pura, el carácter inmaculado, y el alma se
elevará de continuo al Señor. Vosotros no habéis seguido este curso
en Battle Creek. Se me ha mostrado que una dolorosa y contagiosa
enfermedad os aflige, la cual producirá la muerte espiritual si no es
detenida.
Muchos son arruinados por anhelar una vida de comodidad y
placer. La abnegación les parece algo indeseable. Constantemente
procuran evitar las pruebas que son inseparables de un rumbo de
fidelidad hacia Dios. Fijan sus afectos en la obtención de los bienes
de esta vida. Este es el éxito humano, pero ¿acaso no se consigue
a expensas de los intereses futuros y eternos? El gran propósito
de la vida es de manifestarnos como siervos fieles de Dios, que
amamos la justicia y odiamos el pecado. Debiéramos aceptar con
gratitud todo grado de felicidad y éxito que nos sea impartido en
nuestro cumplimiento actual del deber. Nuestra mayor fuerza se
manifiesta cuando sentimos y reconocemos nuestra debilidad. La
mayor pérdida que cualquiera de vosotros en Battle Creek puede
sufrir es la pérdida de la seriedad y el celo perseverante para hacer
el bien, la pérdida de la fuerza para resistir la tentación, la pérdida
de la fe en los principios de la verdad y el deber.
Que ninguno se lisonjee pensando que es una persona de éxito,
a menos que conserve la integridad de su conciencia y se entregue
del todo a la verdad y a Dios. Debemos avanzar firmemente y nunca
perder el ánimo ni la fe en las buenas obras, no importan las pruebas
que se presenten en el camino o la oscuridad moral que nos rodee. La
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