Página 75 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Los testimonios menospreciados
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paciencia, la fe, y el amor por el deber son las lecciones que tenemos
que aprender. Subyugar el yo y contemplar a Jesús es trabajo de
todos los días. El Señor nunca abandonará al alma que confía en él
y solicita su ayuda. La corona de la vida se coloca sobre la frente
de aquel que ha vencido. Para todos, hay una obra seria y solemne
que hacer por Dios mientras dure la vida. A medida que el poder
de Satanás aumenta y se multiplican sus artimañas, los que están a
cargo del rebaño de Dios deben mostrarse hábiles y aptos y ejercer un
perspicaz don de mando. No solamente tiene cada uno de nosotros
una obra que hacer por su propia alma, sino que también tenemos el
deber de despertar a otros para que busquen la vida eterna.
Mis hermanos, me causa dolor tener que deciros que vuestro
pecaminoso olvido de andar en la luz os ha sumido en las tinieblas.
Puede ser que ahora seáis sinceros al no reconocer y obedecer la
luz; las dudas que habéis abrigado, el no haber hecho caso a los
requerimientos de Dios, han cegado vuestras percepciones de tal
manera que para vosotros la oscuridad es ahora luz, y la luz oscuri-
dad. Dios os ha pedido que marchéis adelante hacia la perfección.
El cristianismo es una religión de progreso. La luz que proviene de
Dios es completa y amplia y está a nuestra disposición. No importa
cuántas bendiciones el Señor otorgue, siempre le queda un raudal
infinito más allá, de un depósito inagotable del cual podemos extraer.
El escepticismo podrá abordar los sagrados reclamos del Evangelio
con bromas, burlas y negaciones. El espíritu mundanal podrá conta-
minar a los muchos y controlar a los pocos; pero la causa de Dios se
sostendrá sólo mediante grandes esfuerzos y sacrificio continuo, y
finalmente vencerá.
La orden recibida es: ¡Adelante! Cumplid vuestros deberes indi-
viduales, y dejad los resultados en las manos de Dios. Si avanzamos
por donde Jesús nos guía, experimentaremos su triunfo, compartire-
mos su gozo. Tenemos que participar en los conflictos si queremos
lucir la corona de victoria. Así como lo fue Jesús, tenemos que ser
perfeccionados mediante el sufrimiento. Si la vida de Cristo hubiera
sido ociosa, entonces podríamos entregarnos a la pereza. En vista de
que su vida se caracterizó por la continua abnegación, el sufrimiento,
y el renunciamiento de sí mismo, no habremos de quejarnos si somos
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partícipes con él. Podemos andar con seguridad por la senda más
oscura si tenemos como guía a la Luz del mundo.