Página 76 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
El Señor os está examinando y probando. El ha dado consejos,
ha amonestado y rogado. Todas estas solemnes advertencias o me-
jorarán a la iglesia o la harán decididamente peor. Mientras hable
el Señor para corregir o amonestar, y vosotros despreciéis su voz,
más inclinados estaréis a rechazarla una y otra vez, hasta que Dios
diga: “Por cuanto llamé, y no quisisteis oír, extendí mi mano, y no
hubo quien atendiese, sino que desechasteis todo consejo mío y no
aceptasteis mi reprensión, también yo me reiré de vuestra desgracia,
y me burlaré cuando os sobrevenga lo que teméis; cuando venga
de repente lo que os asusta, y vuestra desgracia llegue como un
torbellino; cuando sobre vosotros vengan la tribulación y la angustia.
Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán con afán, y no
me hallarán. Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron
el temor de Jehová, ni quisieron mi consejo, y menospreciaron toda
reprensión mía, comerán del fruto de su camino, y se hartarán de
sus propios planes”.
Proverbios 1:24-31
.
¿No estáis claudicando entre dos opiniones? ¿No sois negligentes
al no hacer caso a la luz que Dios os ha dado? Cuidaos de que no
haya en algunos de vosotros un corazón impío de incredulidad
al apartaros del Dios viviente. No conocéis el tiempo de vuestra
visitación. El gran pecado de los judíos fue el menosprecio y rechazo
de las oportunidades presentes. Al contemplar Jesús la condición
en que están sus seguidores hoy, lo que ve es una vil ingratitud, un
formalismo hueco, una insinceridad hipócrita, un orgullo farisaico,
y la apostasía.
Las lágrimas derramadas por Jesús en la cima del monte de las
Olivas fueron por la impenitencia e ingratitud de cada ser humano
hasta el fin del tiempo. El ve que su amor es despreciado. Los ám-
bitos del templo del alma se han convertido en lugares de tráfico
profano. El egoísmo, la avaricia, la malicia, la envidia, el orgullo, la
pasión, todo esto está atesorado en el corazón. Sus amonestaciones
son rechazadas y ridiculizadas, sus embajadores tratados con indife-
rencia y sus palabras vistas como cuentos ociosos. Jesús ha hablado
mediante sus misericordias, pero ellas han sido desatendidas; ha
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hablado por medio de solemnes advertencias, pero éstas han sido
rechazadas.
Ruego a vosotros que habéis profesado la fe por mucho tiempo y
que todavía le rendís un homenaje superficial a Cristo: No engañéis