Página 89 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Los obreros de nuestro colegio
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Estamos rodeados de campos blancos para la siega. Y el que siega
recibe salario, y recoge fruto para vida eterna. ¿No es insensatez dar
la espalda a estos campos para dedicarse a la ocupación que sola-
mente rinde ganancia pecuniaria? Cristo no quiere obreros egoístas
que sólo buscan los salarios más elevados. El llama a los que están
dispuestos a hacerse pobres por su nombre, así como él se hizo pobre
por ellos. ¿Cuáles fueron los incentivos que se le presentaron a Cris-
to en este mundo? Los insultos, la burla, la pobreza, la vergüenza, el
rechazo, la traición y la crucifixión. ¿Buscarán los subpastores una
suerte más fácil que la de su Maestro?
La Palabra de Dios es la gran simplificadora de las aspiraciones
más complicadas de la vida. A todo el que busca con sinceridad,
ella le imparte divina sabiduría. Nunca nos debiéramos olvidar que
hemos sido redimidos mediante el sufrimiento. Es la preciosa sangre
de Cristo la que hace expiación por nosotros. El Evangelio ha sido
llevado a todo el mundo a través de la ardua labor, el sacrificio,
los peligros, la pérdida de bienes materiales y la agonía del alma.
Dios llama a hombres jóvenes que están en el pleno vigor y fuerza
de su juventud a compartir con él la abnegación, el sacrificio y el
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sufrimiento. Si aceptan el llamado, los hará sus instrumentos para
salvar a las almas por quienes él murió. Pero él quiere que cuenten
el costo y que emprendan su labor con pleno conocimiento de las
condiciones bajo las cuales servirán a su Redentor crucificado.
Apenas puedo expresar mis sentimientos al pensar cómo se ha
hecho caso omiso al propósito de Dios al establecerse nuestro co-
legio. Por medio de sus vidas faltas de consagración, aquellos que
tienen una apariencia de piedad niegan el poder de la verdad que
puede hacernos sabios para salvación. Considerad la historia de los
apóstoles, los cuales experimentaron la pobreza, el descrédito, el
vituperio y aun la muerte por causa de la verdad. Se regocijaron por
haber sido tenidos por dignos de sufrir por Cristo.
Si se obtienen grandes resultados por medio de los grandes es-
fuerzos y el gran sufrimiento, ¿quién de nosotros que somos recipien-
tes de la gracia divina osará rehusar el sacrificio? Los requerimientos
del Evangelio de Cristo incluyen a toda alma que ha escuchado el
mensaje de gozosas nuevas. ¿Qué le rendiremos a Dios por todos sus
beneficios? Su inigualable misericordia no puede ser compensada.
Es sólo mediante la obediencia voluntaria y el servicio agradecido