Página 91 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Los obreros de nuestro colegio
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La norma que nos fija el Evangelio es elevada. El cristiano
consecuente no es sólo una nueva criatura, sino también una noble
creación en Cristo Jesús. Es una luz constante que señala a otros el
camino al cielo y hacia Dios. Aquel que deriva su vida de Cristo no
anhelará los placeres frívolos y nada satisfactorios del mundo.
Entre los jóvenes hay gran diversidad de caracteres y de educa-
ción. Algunos han vivido en un ambiente de restricción arbitraria
y aspereza, que ha engendrado en ellos un espíritu de testarudez
y porfía. Otros han sido los mimados de la casa, a quienes padres
indulgentes les han permitido seguir sus propias inclinaciones. Se ha
excusado todo defecto, hasta que el carácter se ha deformado. Para
tratar con éxito estas mentes distintas, el profesor necesita mucho
tacto, delicadeza y firmeza en el manejo.
A menudo se manifestarán la antipatía y aun el desprecio por
las buenas reglas. Algunos pondrán en ejercicio toda su sagacidad
para evadir las sanciones, mientras que otros exhibirán una teme-
raria indiferencia por las consecuencias de la transgresión. Todo
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esto requerirá mayor paciencia y esfuerzo de parte de los que son
responsables de su educación.
Una de las dificultades más grandes que los maestros han te-
nido que encarar, es el descuido de los padres en no cooperar en
la administración de la disciplina impuesta por el colegio. Si los
padres se comprometiesen a apoyar la autoridad del maestro, se
evitarían mucho de la insubordinación, el vicio y el libertinaje. Los
padres deben exigir a sus hijos que respeten y obedezcan la autoridad
debidamente establecida. Deben trabajar con cuidado y diligencia
incesantes para instruir, conducir y restringir a sus hijos, hasta que
se formen en ellos los hábitos correctos. Con este adiestramiento, la
juventud se mantendría sujeta a las instituciones de la sociedad y a
las restricciones generales de la obligación moral.
Tanto por medio del precepto como del ejemplo, deberá ense-
ñarse a la juventud la sencillez en el vestir y el comportamiento, la
industria, la sobriedad y la economía. Muchos estudiantes son extra-
vagantes en el gasto de los recursos que sus padres les proporcionan.
Procuran dar la impresión de ser superiores a sus compañeros a
través del derroche del dinero para la ostentación y la complacencia
propia. En algunas instituciones de enseñanza se ha considerado
que este asunto es de tal importancia que se prescribe y limita por