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Testimonios Selectos Tomo 5
Teorías panteístas
Ya se están introduciendo entre nosotros elementos espiritualis-
tas que minarán la fe de aquellos que les presten atención. La teoría
según la cual Dios es una esencia inmanente en toda la naturaleza,
es uno de los engaños más sutiles de Satanás. No presenta a Dios tal
cual es y deshonra su grandeza y majestad.
Las teorías panteístas no son confirmadas por la Palabra de Dios.
La luz de la verdad enseña que esas teorías son agentes destructores
del alma. Las tinieblas son su elemento y la sensualidad su esfera.
Agradan al corazón natural y dan rienda suelta a las inclinaciones.
El resultado de aceptarlas es la separación de Dios.
Nuestra situación se ha vuelto antinatural a causa del pecado.
Por eso el poder que debe restablecernos debe ser sobrenatural; de
lo contrario no tiene valor. Hay sólo un poder que puede substraer
los corazones de los hombres al imperio del mal: es el poder de
Dios en Cristo Jesús. Sólo por la sangre del Crucificado podemos
purificarnos. Sólo su gracia puede hacernos capaces de resistir las
tendencias de una naturaleza caída y vencerlas. Y ese poder lo
anulan las teorías espiritualistas referentes a Dios. Si Dios es una
esencia inherente a toda la naturaleza, debe, pues, morar en todos
los hombres, y para llegar a la santidad, el hombre necesita tan sólo
desarrollar el poder que está en él.
Esas teorías desarrolladas hasta sus conclusiones lógicas supri-
men completamente el cristianismo. Eximen de la necesidad de la
redención, y hacen del hombre su propio salvador. Esas teorías refe-
rentes a Dios hacen a su Palabra sin eficiencia, y los que las aceptan
estarán expuestos al peligro de considerar finalmente la Biblia como
una fábula. Pueden estimar que la virtud es mejor que el vicio; pe-
ro estando Dios privado de su soberanía, ponen su confianza en la
fuerza del hombre, la cual es sin valor delante de Dios. La voluntad
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humana abandonada a sí misma no tiene ninguna fuerza real para
resistir al mal y vencerlo. Las defensas del alma son derribadas. El
hombre no tiene más barreras contra el pecado. Una vez rechazadas
las restricciones de los mandamientos de la Palabra y del Espíritu de
Dios, no sabemos hasta qué profundidad podemos caer.