Capítulo 23—La crisis final
Estamos viviendo en el tiempo del fin. La rápida sucesión de
las señales de los tiempos anunciados, proclama la inminencia de la
venida de nuestro Señor. La época en que vivimos es importante y
solemne. El Espíritu de Dios se está retirando gradual pero cierta-
mente de la tierra. Ya están cayendo juicios y plagas sobre los que
menosprecian la gracia de Dios. Las calamidades en tierra y mar, la
instabilidad social, las amenazas de guerra, como funestos presagios,
anuncian la proximidad de acontecimientos de la mayor gravedad.
Las agencias del mal se coligan y acrecen sus fuerzas en vista
de la gran crisis final. Grandes cambios están a punto de producirse
en el mundo, y los movimientos finales serán rápidos.
El estado actual de las cosas muestra que tiempos de pertur-
bación están por caer sobre nosotros. Los diarios están llenos de
alusiones referentes a algún formidable conflicto que debe estallar
dentro de poco. Son siempre más frecuentes los audaces asaltos a la
propiedad. Las huelgas se han hecho un asunto común. Los robos
y los homicidios se multiplican. Las vidas de hombres, mujeres y
niños son quitadas por hombres dominados por espíritus de demo-
nios. El vicio seduce a los hombres y el mal prevalece bajo todas
sus formas.
El enemigo ha alcanzado a pervertir la justicia y a llenar los co-
razones del deseo de realizar ganancias deshonestas: “Y el derecho
se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la
plaza, y la equidad no pudo venir.”
Isaías 59:14
. Las grandes ciu-
dades contienen multitudes indigentes, privadas casi por completo
de alimento, de ropas y de morada, entretanto que en las mismas
ciudades se encuentran personas que tienen más de lo que el corazón
puede desear, que viven en el lujo, gastando su dinero en casas lujo-
samente amuebladas y adornadas, o lo que es peor aún, en golosinas,
licores, tabaco y otras cosas que tienden a destruir las facultades
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intelectuales, perturban la mente y manchan el alma. Los gritos de
las multitudes que mueren de inanición, suben a Dios, mientras que
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