Debe trabajarse con celo
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cristianas; y se oye nuestra voz, pero ¿poseemos nosotros el tierno
amor de Cristo hacia las almas?
El Salvador trabajaba sin descanso. El no contaba las horas de
trabajo. Su tiempo, su corazón, sus fuerzas eran consagradas al
servicio de la humanidad. Sus días eran consagrados al trabajo, y
luego pasaba noches enteras en oración, para poder hacer frente al
astuto enemigo en todas sus obras engañosas, y cumplir su obra de
elevar y restaurar a la humanidad.
El que ama a Dios no mide su trabajo por la jornada de ocho
horas. Trabaja a toda hora y no está nunca franco. Hace el bien
cada vez que se le presenta la ocasión. En todas partes y siempre,
encuentra manera de trabajar para Dios. Dondequiera que vaya deja
una fragancia a su paso. Una atmósfera sana rodea su alma. La
hermosura de una vida bien ordenada y de una conversación piadosa
inspira en otros fe, esperanza y valor.
Necesitamos misioneros que tengan corazón. Los esfuerzos in-
termitentes harán poco bien. Debemos fijar la atención. Necesitamos
una convicción intensa.
Es por medio de un trabajo agresivo, en medio de la oposición, de
los peligros, de las pérdidas y sufrimientos, cómo debe proseguirse
la obra que tiene por finalidad ganar a las almas.
En cierta batalla, mientras un regimiento retrocedía ante el
enemigo, el portaestandarte en vez de seguir el movimiento de re-
tirada se mantuvo en su lugar. El capitán le ordenó que trajese la
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bandera junto al regimiento, pero él contestó: “Traiga Vd. a los hom-
bres junto a la bandera.” Tal es la obra de todo fiel portaestandarte:
conducir a los hombres junto al estandarte. El Señor pide hombres
que le den todo su corazón. Todos sabemos que el pecado de mu-
chos que se dicen cristianos es la falta de ánimo y de energía que les
impide, a ellos y a los que dependen de ellos, elevarse a la altura del
ideal.
De todas partes repercute el llamado macedónico: “Pasa y ayú-
danos.” Dios ha abierto campos delante de nosotros, y si los hombres
quisiesen colaborar con los agentes divinos, muchísimas almas se-
rían ganadas para la verdad. Mas, los que pretenden formar parte del
pueblo de Dios se adormecieron sobre el trabajo que les fué asigna-
do, de manera que en muchos lugares este trabajo casi no ha sido
principiado. Dios ha enviado un mensaje tras otro para despertar a