Direcciones a seguir al edificar
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prefieren errar lejos de la senda estrecha, atraerán la ruina sobre sí
mismos y sobre aquellos que los tomen por modelos.
Los que funden establecimientos médicos deben dar el buen
ejemplo. Aun cuando haya dinero, no deben gastar más de lo ab-
solutamente necesario. La obra del Señor debe dirigirse teniendo
en cuenta las necesidades de cada parte de la viña. Somos todos
miembros de una misma familia, hijos de un mismo Padre, y los
ingresos del Señor deben emplearse del modo que mejor favorezca
los intereses de su causa en el mundo entero. El Señor quiere que
consideréis todas las partes del campo, y su viña debe ser cultivada
en conjunto.
No se debe gastar en algunos lugares todo el dinero de la te-
sorería; debemos, por el contrario, trabajar para fundar la obra en
muchos lugares. Deben añadirse constantemente nuevos territorios
al reino de Dios. Otras partes de su viña deben recibir la ayuda que
dará carácter a la obra. El Señor nos prohibe buscar en su servicio la
satisfacción de nuestros deseos egoístas. Nos prohibe hacer planes
que priven a nuestro prójimo de las facilidades que le permitirían
desempeñar un papel en la difusión de la verdad. Debemos amar a
nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Debemos también recordar que nuestra obra ha de correspon-
der a nuestra fe. Creemos que el Señor vendrá pronto; ¿no debe
manifestarse esta convicción por los edificios que construimos? ¿Va-
mos a invertir sumas considerables en edificios que pronto quedarán
consumidos por la conflagración final? Nuestro dinero representa
almas, y debemos emplearlo de manera que dé a conocer la verdad
a aquellos que, a causa del pecado, están bajo la condenación di-
vina. Renunciemos, pues, a nuestros planes ambiciosos, y seamos
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precavidos contra los extremos y la imprevisión, por temor de que,
estando vacía la tesorería del Señor, sus obreros no dispongan ya de
los recursos necesarios para cumplir la tarea que se les ha confiado.
Nuestras anteriores instituciones han gastado sumas de dine-
ro más considerables de lo necesario. Los que estimaron propio
obrar así pensaban que ese gasto daría carácter a la obra, mas este
argumento no justifica dichos gastos exagerados.
Dios desea que el espíritu humilde y manso del Maestro, quien es
la Majestad del cielo y el Rey de gloria, se manifieste constantemente
en nuestras instituciones. No se ha estudiado debidamente la primera