Página 50 - Testimonios Selectos Tomo 5 (1932)

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Testimonios Selectos Tomo 5
venida de Cristo. El vino para ser nuestro Ejemplo en todo. Su
vida fué una vida de estricta abnegación. Si seguimos su ejemplo,
no gastaremos jamás dinero sin necesidad. No buscaremos lo que
agrada a los ojos. Tratemos más bien de cuidar de que la luz de
la verdad resplandezca por medio de nuestras buenas obras. Sea
Dios glorificado por el empleo de mejores métodos de sanar a los
enfermos y aliviar a los que sufren. Lo que da carácter a nuestra
obra, no es el dinero que enterramos en la construcción de nuestros
edificios, sino nuestra perseverancia en los principios religiosos, y
la semejanza de nuestro carácter al de Cristo.
Los errores cometidos en el pasado en la construcción de cier-
tos edificios, deben ser advertencias saludables para lo por venir.
Debemos ver en qué se equivocaron otros, y en vez de imitar sus
errores, tratar de hacer mejor que ellos. En todo lo que hacemos para
el adelantamiento de la obra, debemos tener en cuenta la necesidad
de ahorrar. No debe hacerse ningún gasto inútil. El Señor ha de
venir pronto, y nuestros gastos en edificios deben armonizar con
nuestra fe. Nuestros fondos deben dedicarse a amueblar habitaciones
alegres, y asegurar a los enfermos buenos alimentos, así como un
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ambiente favorable para la salud.
Nuestros planes referentes a la construcción y muebles de nues-
tras instituciones deben subordinarse a nuestra comunión constante
y humilde con Dios. No debe parecer necesario dar a esos estableci-
mientos apariencia de ricos. Porque la apariencia no es un modo de
obtener éxito; no es más que un engaño. El deseo de dar apariencias
que no convienen siempre a la obra que Dios nos ha asignado, es un
tirano sin misericordia, porque exige el gasto de grandes sumas de
dinero; es como un cáncer roedor.
Los hombres de buen criterio prefieren la comodidad a la ele-
gancia y el lujo. Es un error pensar que al cuidar las apariencias
se atraería a muchos pacientes, y por consiguiente las ganancias
serían más considerables. Mas aun suponiendo que este proceder au-
mentase la clientela, no podemos consentir que nuestros sanatorios
sean amueblados según las costumbres de lujo de nuestro siglo. La
influencia cristiana es demasiado valiosa para quedar así sacrificada.
Todo lo que rodea nuestras instituciones, y cuanto esté en ellas, debe
armonizar con las enseñanzas de Cristo y la expresión de nuestra