Página 51 - Testimonios Selectos Tomo 5 (1932)

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Direcciones a seguir al edificar
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fe. Nuestra obra, en todos sus ramos, debe ser una lección de juicio
santificado y no de ostentación y despilfarro.
No son los edificios vistosos y costosos, ni los muebles de lujo,
ni las mesas cargadas de manjares delicados, lo que dará a nuestra
obra influencia y éxito; es la fe que obra por el amor y purifica el
alma; es la atmósfera de gracia que rodea al creyente; es el Espíritu
Santo, obrando en el pensamiento y el corazón, lo que da a nuestra
obra el sabor de vida para vida y que permite a Dios bendecirla.
Dios quiere hoy comunicarse con su pueblo y darle la sabiduría
necesaria para hacer su voluntad, así como se comunicaba antaño con
su pueblo, y le dió la sabiduría necesaria para construir su santuario.
Por la construcción de este edificio, él había dado una representación
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de su potencia y majestad; y su nombre debe igualmente quedar
honrado hoy por los edificios que se construyen para él. La fidelidad,
la solidez y la conveniencia deben notarse en cada detalle.
Los que están encargados de la construcción de un sanatorio
deben representar la verdad trabajando con el espíritu y el amor de
Dios. Así como Noé amonestó al mundo al construir el arca, por el
trabajo que se haga en la construcción de las instituciones del Señor,
se predicarán sermones, y el corazón de algunos se convencerá y
convertirá. Sientan, pues, nuestros obreros la necesidad constante de
la ayuda de Cristo, para que nuestras instituciones no sean estableci-
das en vano. Mientras la obra de construcción progrese, acuérdense
de que, así como en los días de Noé y Moisés Dios había determi-
nado todos los detalles del arca y del santuario, así también en la
construcción de las instituciones modernas, él vigila personalmente
el trabajo que se realiza. Acuérdense de que el gran Arquitecto desea
dirigir su obra por su Palabra, por su Espíritu y por su providencia.
Por esto, deben tomarse el tiempo de recibir sus consejos. La voz de
la oración y la melodía de los himnos santos, deben elevarse hasta él
como el humo del incienso. Todos deben comprender que dependen
enteramente de Dios. Deben acordarse de que están fundando una
institución por medio de la cual debe cumplirse con éxito una obra
que tendrá consecuencias infinitas, y que al cumplir así el trabajo,
deben ser colaboradores de Dios. “Mirar a Jesús,” tal debe ser nues-
tro lema. Y ésta es la promesa que nos es hecha: “Te haré entender,
y te enseñaré el camino en que debes andar: sobre ti fijaré mis ojos.”
Salmos 32:8
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