Capítulo 11—La centralización
Santa Elena, California,
septiembre 4 de 1902.
A los hermanos dirigentes de nuestra obra médica.
Estimados Hermanos,
El Señor trabaja imparcialmente en todas las partes de su viña.
Son los hombres los que desorganizan su obra. El no concede a
su pueblo el privilegio de recoger grandes sumas de dinero para
establecer instituciones en algunos puntos solamente, de modo que
no quede nada para instalar instituciones similares en otros lugares.
Deben fundarse muchas otras instituciones en las ciudades de
Norteamérica, especialmente en la parte sur de los Estados Unidos,
donde se ha hecho muy poca cosa hasta ahora. En los países ex-
tranjeros, deben emprenderse y dirigirse con éxito muchas empresas
médicas misioneras. El establecimiento de los sanatorios es tan im-
portante en Europa y otros países extranjeros como en los Estados
Unidos.
El Señor desea que su pueblo comprenda qué clase de trabajo
debe realizarse, y su parte como administrador fiel y prudente en
la inversión de los capitales. En cuanto concierne a la construcción
de edificios, él desea que se calcule el gasto a fin de saber si hay
bastante dinero para terminar lo emprendido. Quiere también que
se recuerde que no hay que concentrar todo el dinero de un mo-
do egoísta en algunos lugares solamente, sino que conviene tener
en consideración los otros lugares, muy numerosos, donde deben
establecerse instituciones.
De las instrucciones que he recibido se desprende que los ad-
ministradores de todas nuestras instituciones, especialmente de los
sanatorios recién establecidos, deben ahorrar con cuidado para poder
acudir en auxilio de otras instituciones que deben establecerse en
otras partes del mundo. Aun cuando tengan una buena cantidad
de dinero en caja, deben hacer sus planes teniendo en cuenta las
necesidades del gran campo misionero de Dios.
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