Página 105 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

Basic HTML Version

Reuniones para niños y escuelas de iglesia
101
cabal de la verdad debieran estudiar las Escrituras con ellos, porque
será semilla sembrada en terreno fértil.
A estas reuniones para niños y adolescentes, bien conducidas,
asistirán muchos que no son de nuestra fe, y las lecciones aprendidas
las repetirán en el hogar. Los padres pueden ser alcanzados a través
de sus hijos. En nuestros congresos campestres en Australia, estas
reuniones han sido sumamente beneficiosas.
A continuación un breve relato de la obra realizada en una con-
centración religiosa al aire libre en Australia, referido por alguien
que participó en el trabajo:
“Los niños fueron organizados el primer sábado en departamen-
tos y clases, y los maestros empezaron su trabajo. Al comienzo había
unos seis niños en el departamento de primarios y alrededor de quin-
ce en el de jardín infantes. Tan pronto como los niños que vivían en
el vecindario supieron de las reuniones que se llevaban a cabo para
ellos, empezaron a venir, y cada día había muchos que se sumaban
a las clases. El promedio de asistencia fue de ochenta a cien niños
y durante los domingos, el número era aún mayor. La mayoría de
ellos asistía en forma regular. El mismo espíritu de fervor, atención
y orden que distinguía los servicios entre los mayores, prevaleció
también en las reuniones para los niños. Tanto en el trabajo de clases
como en los ejercicios generales de repaso, el trabajo se organizó de
tal manera que los niños participaron tanto en hacer como en prestar
atención, y de esta manera, pronto se sintieron como en casa y su
deseo de ayudar en parte del trabajo fue una muestra de su interés.
“Cada lección se iniciaba con un ejercicio general, seguido por
estudios por clases; y al tiempo de clausura, todos se reunían para
un breve repaso y para cantar. En los ejercicios de apertura, después
del canto y la oración, el lema y todos los versículos de memoria
aprendidos previamente, eran recitados en conjunto, individualmen-
te o ambos. Se presentaba una lectura o narración por algún niño
que había consentido previamente en prepararla. El alfabeto de la
[112]
Escritura era aprendido y recitado por los niños, cada uno escogía
su propia letra y versículo. La selección y memorización de los ver-
sículos se hacía en la casa, y esta responsabilidad colocada sobre los
niños fue un incentivo adicional para que asistieran el día siguiente
y los días sucesivos.