Página 113 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Las mujeres como obreras evangélicas
La obra que se ha iniciado en lo relativo a ayudar a nuestras
hermanas a sentir su responsabilidad individual delante de Dios,
es una obra buena y necesaria. Ha sido descuidada durante largo
tiempo. El Señor quiere que siempre insistamos en el valor del alma
humana, ante aquellos que no lo comprenden. Cuando esta obra se
hace en forma clara, sencilla y definida, podemos esperar que en
vez de descuidar los deberes familiares, se los cumplirá con más
inteligencia.
Si podemos organizar grupos regulares que reciban instrucciones
inteligentes acerca de la parte que sus miembros deben desempeñar
como siervos del Maestro, nuestras iglesias tendrán la vitalidad
que necesitan desde hace mucho. La excelencia del alma por cuya
salvación murió Cristo será apreciada. Nuestras hermanas llevan
generalmente una carga pesada con sus crecientes familias y sus
pruebas, algo que nadie valora. Durante mucho tiempo he anhelado
que hubiera mujeres que pudiesen prepararse para ayudar a nuestras
hermanas a salir de su desaliento y sentir que podían hacer una obra
para el Señor. Esto hará penetrar en su propia vida rayos de sol que
se reflejarán en la vida de otras personas. Dios bendecirá a todos los
que participen en esta gran obra.
Muchas hermanas jóvenes, como también otras de más edad,
parecen rehuir la conversación religiosa. No aprecian sus oportu-
nidades. Cierran las ventanas del alma que debieran mirar hacia
el cielo, y abren ampliamente las que miran hacia la tierra. Pero
cuando vean la excelencia del alma humana, cerrarán las ventanas
que dan a la tierra, que dependen de las diversiones mundanales y
las relaciones insensatas y pecaminosas, y abrirán las que dan al
cielo, para contemplar las cosas espirituales. La Palabra de Dios será
su garantía, su esperanza, su paz. Entonces podrán decir: “Recibiré
la luz del Sol de justicia, a fin de que resplandezca sobre otros”.
Las personas que trabajan con más éxito son aquellas que asumen
alegremente la obra de servir a Dios en las cosas pequeñas. Cada ser
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