Página 115 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Las mujeres como obreras evangélicas
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propia luz; y si el aceite corriera a estas lámparas por los conductos
de oro; si los vasos fueran vaciados del yo, y preparados para recibir
el aceite santo, se derramaría luz sobre la senda del pecador con al-
gún propósito. Más luz caerá sobre la senda del extraviado de parte
de una lámpara tal, que de toda una procesión de antorchas enarbola-
das para la ostentación. La consagración personal y la santificación
para Dios traen más resultados que el más imponente despliegue.
Enseñemos a nuestras hermanas que su pregunta debe ser cada
día: “Señor, ¿qué quieres que haga hoy?” Cada vaso consagrado
recibirá cada día el aceite santo para que fluya a otros vasos.
* * * * *
Si la vida que vivimos en este mundo es enteramente para Cristo,
será una vida de entrega diaria. Él recibirá nuestro servicio volun-
tario, y cada alma será su joya. Si podemos hacer comprender a
nuestras hermanas el bien que pueden hacer por Cristo, veremos rea-
lizarse una gran obra. Si podemos despertar su mente y corazón para
que cooperen con el divino Obrero, ganaremos grandes victorias por
medio de la obra que ellas realicen. Pero el yo debe ocultarse; Cristo
debe aparecer como el que lleva a cabo la obra.
Tiene que haber intercambio entre dar y tomar, en recibir e im-
partir. Esto nos califica como colaborados de Dios. Esta es la obra
del cristiano. El que pierda su vida la hallará.
La capacidad de recibir el aceite santo de los dos olivos aumenta
a medida que el recipiente trasmite este aceite en palabras y ac-
ciones que suplan las necesidades de otras almas. Obra preciosa y
satisfactoria es la que consiste en estar recibiendo constantemente e
impartiendo.
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Necesitamos y debemos tener nuevas provisiones cada día. ¡Y
a cuántas almas podremos ayudar si nos comunicamos con ellas!
Todo el cielo está esperando los conductos por los cuales pueda
ser derramado el aceite santo, para regocijar y bendecir a otros.
Yo no temo que haya quienes cometan errores en el trabajo, si tan
sólo quieren mantenerse unidos con Cristo. Si él mora en nosotros,
trabajaremos en forma continua y sólida, de manera que nuestro
trabajo permanecerá. La plenitud divina fluirá por el agente humano
consagrado para ser transmitida a otros.