Página 149 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Carácter y obra de los maestros
La obra que se lleva a cabo en nuestras escuelas no debe pare-
cerse a la que se hace en los colegios y seminarios del mundo. En
la grandiosa tarea de la educación, la enseñanza de las ciencias no
ha de ser de carácter inferior, pero se ha de considerar de primera
importancia aquel conocimiento que habilite a un pueblo para estar
firme en el gran día de la preparación de Dios. Nuestras escuelas
deben asemejarse más a las escuelas de los profetas. Deben ser
escuelas preparatorias donde los alumnos sean puestos bajo la disci-
plina de Cristo para aprender del gran Maestro. Deben ser escuelas
familiares donde cada estudiante reciba ayuda especial de parte de
sus maestros, así como los miembros de la familia debieran recibirla
en el hogar. Se han de fomentar la ternura, la simpatía, la unidad y
el amor. Debe haber maestros abnegados, consagrados y fieles, que
constreñidos por el amor de Dios y llenos de ternura, cuiden de la
salud y felicidad de los alumnos, y procuren hacerlos progresar en
toda rama importante del saber.
Deben elegirse maestros entendidos para nuestras escuelas,
maestros que se sientan responsables ante Dios por grabar en las in-
teligencias la necesidad de conocer a Cristo como Salvador personal.
Desde el grado más alto al más bajo, deben mostrar especial cuidado
por la salvación de los alumnos, y mediante su esfuerzo personal
procurarán guiar sus pies por senderos rectos. Deben mirar con com-
pasión a aquellos que han sido mal enseñados en la infancia y tratar
de remediar defectos, que si se conservan, perjudicarán grandemen-
te el carácter. No puede hacer esta obra quien no haya aprendido
primero en la escuela de Cristo la debida manera de enseñar.
Todos los que enseñan en nuestras escuelas deben mantener una
estrecha unión con Dios y una perfecta comprensión de su Palabra,
a fin de que puedan volcar la sabiduría y el conocimiento divinos
en la obra de educar a los jóvenes para su utilidad en esta vida y
para la vida futura e inmortal. Deben ser hombres y mujeres que no
solamente reconozcan la verdad, sino que también sean hacedores
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