Página 150 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
de la Palabra de Dios. El “Escrito está” debiera manifestarse en
sus vidas. Mediante su propio proceder deben enseñar sencillez y
hábitos correctos en todas las cosas. Nadie debe unirse a nuestras
escuelas como educador si no ha tenido experiencia en obedecer la
Palabra del Señor.
Los directores y maestros tienen necesidad de ser bautizados con
el Espíritu Santo. La ferviente oración de las almas contritas será
acogida ante el trono de Dios y él la contestará a su debido tiempo,
si por la fe nos aferramos de su brazo. Ruegue el yo a Cristo y Cristo
en Dios, y habrá una manifestación de su poder que enternecerá
y subyugará los corazones. Cristo enseñó de una manera comple-
tamente diferente de los métodos ordinarios; y nosotros debemos
cooperar con él.
La enseñanza significa mucho más de lo que muchos suponen.
Se requiere gran habilidad para hacer comprender la verdad. Por
esta razón cada maestro debe procurar que aumente su conocimiento
de la verdad espiritual; pero no puede obtener este conocimiento si
se aparta de la Palabra de Dios. Si quiere que mejoren diariamente
sus facultades y aptitudes, debe estudiar; debe comer y asimilar la
Palabra, y trabajar como trabajó Cristo. Cada facultad del alma que
se nutre con el pan de vida será vigorizada por el Espíritu de Dios.
Esta es la comida que a vida eterna permanece.
Los maestros que aprenden del gran Maestro percibirán la ayu-
da de Dios como la entendieron Daniel y sus compañeros. Les es
necesario ascender hacia el cielo en lugar de permanecer en el llano.
La experiencia cristiana debe combinarse con la educación verdade-
ra. “Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados una casa
espiritual, y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales,
agradables a Dios mediante Jesucristo”.
1 Pedro 2:5
. Los maestros y
alumnos deben estudiar esta ilustración y ver si pertenecen a la clase
que, en virtud de la abundante gracia ofrecida, alcanza la experiencia
que ha de tener todo hijo de Dios antes de que pueda pasar el grado
superior. En toda su enseñanza, los maestros deben impartir luz del
trono de Dios, porque la educación es una obra cuyos efectos se
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verán durante los siglos sin fin de la eternidad.
Los maestros deben inducir a los alumnos a pensar, y a compren-
der claramente la verdad por sí mismos. No basta que el maestro
explique o que el alumno crea; se ha de provocar la investigación