Página 166 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
ganar almas para el Salvador. Cristo no debiera ser ocultado en sus
corazones, encerrado como tesoro codiciado, sagrado y dulce, que
sólo ha de ser gozado por ellos; ni tampoco debieran ellos manifestar
el amor de Cristo sólo hacia aquellos que les son más simpáticos. Se
debe enseñar a los alumnos la manera de demostrar, lo mismo que
Cristo, un amable interés y una disposición sociable para aquellos
que se hallan en una mayor necesidad, aun cuando los tales no sean
sus compañeros preferidos. En todo momento y en todas partes,
manifestó Jesús amante interés por la familia humana y esparció
en derredor suyo la luz de una piedad alegre. Se debe enseñar a
los alumnos a seguir sus pisadas. Se les ha de enseñar a manifestar
interés cristiano, simpatía y amor hacia sus compañeros jóvenes y a
empeñarse en atraerlos a Jesús; Cristo debiera ser en sus corazones
como un manantial de agua que brote para vida eterna, que refresque
a todos aquellos con quienes tratan.
Este ministerio voluntario y amante, prestado a otros momentos
de necesidad, es el que Dios aprecia. De esta manera, aun mientras
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asisten a la escuela, los alumnos pueden ser, si son fieles a su profe-
sión, misioneros vivos para Dios. Todo esto llevará tiempo; pero el
tiempo así empleado es de provecho, porque así aprende el alumno
a presentar el cristianismo al mundo.
Cristo no rehusó alternar con otros en trato amistoso. Cuando
era invitado a un banquete por un fariseo o un publicano, aceptaba
la invitación. En tales ocasiones cada palabra que pronunciaba tenía
sabor de vida para sus oyentes; porque hacía de la hora de la comida
una ocasión para impartir muchas lecciones preciosas adaptadas a
sus necesidades. De este modo Cristo enseñó a sus discípulos cómo
debían conducirse cuando se hallasen en compañía, tanto de los que
no eran religiosos, como de los que lo eran. Por su ejemplo, les
enseñó que al asistir a alguna reunión pública, su conversación no
tenía por qué ser como la que se solía sostener en tales casos.
Si el Señor Jesús habita en el alma de los alumnos cuando es-
tos se sientan a la mesa, saldrán del cofre de su corazón palabras
puras y elevadoras. Si Cristo no habita allí, eso se manifestará en
la frivolidad, en las chanzas y en los chistes; habrá una distracción
que estorbará el crecimiento espiritual y causará pesar a los ángeles
de Dios. La lengua es un miembro ingobernable; pero no debiera
ser así. Se la debe convertir pues el talento del habla es valiosísimo.