Página 206 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
los que forman las comisiones, pues no tienen tiempo para asumir
dicha responsabilidad; tampoco a los maestros. Los asuntos comer-
ciales de las escuelas exigen talentos que no han sido provistos.
Si los dirigentes hubiesen hecho uso de buen juicio en los años
anteriores, las desalentadoras condiciones financieras que tanto han
estorbado la obra últimamente no habrían podido existir.
Si nuestra obra educativa hubiera sido fomentada de acuerdo
con la instrucción dada para nuestra dirección, la negra sombra de
pesadas deudas no gravitaría hoy sobre nuestras instituciones.
Las finanzas de las escuelas de iglesia
Los mismos principios que, si se adoptaran, traerían bendición
a nuestras escuelas preparatorias y superiores, debieran gobernar
nuestros planes y trabajo en pro de las escuelas de iglesia. Participen
todos en los gastos. Piense la iglesia en que quienes deben recibir
sus beneficios, estén asistiendo a la escuela. Se debe ayudar a las
familias pobres. No podemos llamarnos verdaderos misioneros si
descuidamos a aquellos que están a nuestras mismas puertas, jóvenes
que se hallan en la edad más crítica y que necesitan nuestra ayuda
para obtener el conocimiento y la experiencia que los capacite para
el servicio de Dios.
El Señor quiere que se hagan afanosos esfuerzos a favor de la
educación de nuestros niños. La verdadera obra misionera llevada
a cabo por maestros que son enseñados diariamente por Dios, hará
conocer a muchas almas la verdad tal cual reside en Jesús; y los niños
así educados impartirán a otros la luz y el conocimiento recibidos.
¿Darán los miembros de la iglesia recursos para adelantar la causa
de Cristo entre los demás, y dejarán de paso que sus propios hijos
benficien la obra y el servicio de Satanás?
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A medida que se establezcan escuelas de iglesia, el pueblo de
Dios recibirá una valiosa educación al aprender a dirigirlas con éxito
financiero. Si esto no puede hacerse, ciérrese la escuela hasta que,
con la ayuda de Dios, puedan idearse planes para sostenerla sin que
pese sobre ella el oprobio de las deudas. Hombres aptos para las
finanzas debieran revisar las cuentas una, dos o tres veces al año,
para comprobar la verdadera situación de la escuela y ver que no se