La necesidad del mundo
Cuando Cristo vio las multitudes que se habían reunido alrede-
dor de él, “tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas
y dispersas como ovejas que no tienen pastor”. Cristo vio la enfer-
medad, la tristeza, la necesidad y degradación de las multitudes que
se agolpaban a su paso. Le fueron presentadas las necesidades y
desgracias de la humanidad de todo el mundo. En los encumbrados
y los humildes, los más honrados y los más degradados, veía almas
que anhelaban las mismas bendiciones que él había venido a traer;
almas que necesitaban solamente un conocimiento de su gracia para
llegar a ser súbditos de su reino. “Entonces dice a sus discípulos: A
la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al
Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”.
Mateo 9:37, 38
.
Hoy existe la misma necesidad. Hacen falta en el mundo obreros
que trabajen como Cristo trabajó a favor de los dolientes y pecadores.
Hay, a la verdad, una multitud que alcanzar. El mundo está lleno de
enfermedad, sufrimiento, angustia y pecado. Está repleto de personas
que necesitan que se las atienda: los débiles, los impotentes, los
ignorantes, los degradados.
Muchos de los jóvenes de esta generación, aun en las iglesias,
instituciones religiosas y hogares que profesan ser cristianos; están
eligiendo la senda que conduce a la destrucción. Con sus hábitos
intemperantes se acarrean enfermedades, y por la ambición de ob-
tener dinero para sus costumbres pecaminosas, caen en prácticas
impropias. Arruinan su salud y su carácter. Ajenos a Dios, y parias
de la sociedad, esos pobres seres se sienten sin esperanza para esta
vida ni para la venidera. Han quebrantado el corazón de sus padres
y los hombres los declaran sin esperanza; pero Dios los mira con
compasiva ternura. Él comprende todas las circunstancias que los
indujeron a caer bajo la tentación. Constituyen estos seres errantes,
una clase que pide que se trabaje a favor de ella.
Lejos y cerca, no sólo entre los jóvenes sino entre los de cualquier
edad, hay almas sumidas en la pobreza, la angustia y el pecado,
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