Página 246 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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La necesidad de la iglesia
Aunque el mundo necesita simpatía, aunque necesita las oracio-
nes y la ayuda del pueblo de Dios, aunque necesita ver a Cristo en
la vida de los que le siguen, los hijos de Dios necesitan igualmente
oportunidades para expresar sus simpatías, para dar eficacia a sus
oraciones y desarrollar un carácter semejante al modelo divino.
Para proveer estas oportunidades, Dios colocó entre nosotros a
los pobres, los infortunados, los enfermos y los dolientes. Son el
legado de Cristo a su iglesia, y deben atenderse como él lo haría.
De esta manera, Dios elimina la escoria y purifica el oro, puliendo
nuestro corazón y el carácter.
El Señor podría llevar a cabo su obra sin nuestra cooperación,
puesto que él no depende de nuestro dinero, tiempo o trabajo. Pero la
Iglesia es muy preciosa para él. Es el estuche que contiene sus joyas,
el aprisco que encierra su rebaño, y él anhela verla sin mancha, sin
arruga ni cosa semejante. Se compadece de ella con amor indecible.
Por eso nos ha dado oportunidades de trabajar para él, y acepta lo
que hacemos como prueba de nuestro amor y lealtad.
Al poner entre nosotros a los pobres y los dolientes, el Señor nos
prueba para revelarnos lo que hay en nuestro corazón. No podemos
apartarnos de los principios sin correr peligro, no podemos violar la
justicia, no podemos descuidar la misericordia. Cuando vemos a un
hermano que cae, no podemos darle la espalda, sino hacer esfuer-
zos decididos e inmediatos para cumplir con la Palabra de Dios y
ayudarle. No podemos obrar en forma contraria a las instrucciones
específicas de Dios, sin que el resultado de nuestra obra se refleje
en nosotros mismos. Debe arraigarse firmemente en nuestra con-
ciencia que todo lo que deshonre a Dios en nuestra vida no puede
beneficiarnos.
Debe escribirse en la conciencia, como esculpido en una roca,
que el que desprecia la misericordia, la compasión y la justicia; el
que descuida a los pobres; el que pasa por alto las necesidades de
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la humanidad doliente; el que no es bondadoso ni cortés; el que
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