Página 309 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Reavivamiento del colportaje
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No hay obra superior a la del colportaje evangélico, porque
entraña el cumplimiento de los deberes morales más elevados. Los
que se dedican a esta obra necesitan estar siempre bajo el control
del Espíritu de Dios. No deben ensalzarse a sí mismos. ¿Qué tiene
cualquiera de nosotros que no haya recibido de Cristo? Debemos
amarnos como hermanos y mostrar nuestro amor ayudándonos unos
a otros. Debemos ser compasivos y corteses, avanzar juntos y trabajar
unidos. Únicamente los que vivan de acuerdo con la oración de
Cristo y la cumplan en la vida diaria resistirán la prueba que ha de
sobrevenir a todo el mundo. Los que ensalzan al yo, se ponen bajo el
poder de Satanás y se preparan para aceptar sus engaños. La orden
del Señor a su pueblo es que levantemos las normas más y más. Si
obedecemos su voz, él obrará con nosotros, y nuestros esfuerzos
serán coronados con el éxito. Recibiremos ricas bendiciones de lo
alto en nuestro trabajo y acumularemos tesoros junto al trono de
Dios.
Sí tan sólo supiéramos lo que nos espera, no seríamos tan pe-
rezosos en la obra del Señor. Estamos en el tiempo del zarandeo,
en el tiempo en que todo lo que pueda ser sacudido será sacudido.
El Señor no disculpará a los que conocen la verdad y no obedecen
sus órdenes en palabras y acciones. Si no realizamos esfuerzos deci-
didos para llevar gente a Cristo, seremos tenidos por responsables
de la obra que podríamos haber hecho pero no hicimos por nuestra
indolencia espiritual. Los que pertenecen al reino del Señor deben
obrar diligentemente para la salvación de las almas. Deben hacer su
parte para afianzar la ley y sellarla entre los discípulos.
El Señor quiere que la luz que derramó sobre las Escrituras
resplandezca en rayos claros y brillantes; y es deber de nuestros
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colportores hacer un esfuerzo enérgico y unido para que se cumpla
el designio de Dios. Nos espera una obra grande e importante. El
enemigo de las almas lo sabe y está empleando todo medio a su
alcance para inducir al colportor a ocuparse en algún otro ramo
de trabajo. Debe cambiarse este orden de cosas. Dios invita a los
colportores a que vuelvan a su trabajo. Llama voluntarios para que
dediquen todas sus energías y entendimiento a la obra y ayuden
dondequiera que haya oportunidad. El Maestro invita a cada uno a
hacer, según su capacidad la parte que le ha sido confiada. ¿Quiénes
responderán al llamado? ¿Quiénes saldrán, henchidos de sabiduría,