Página 313 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Reavivamiento del colportaje
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a otros, compartiendo el gozo y la bendición que han disfrutado en
su ministerio como evangelistas. Estos informes deben hallar cabida
en nuestras publicaciones, porque su influencia es de gran alcance.
Serán como dulce fragancia en la iglesia y un sabor de vida para
vida. De este modo se verá que Dios obra con aquellos que cooperan
con él.
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Con el ejemplo en la reforma pro salud
. En nuestro trato con los
incrédulos, no permitamos que nos desvíen de los principios correc-
tos. Al sentarnos a sus mesas comamos con templanza, y únicamente
alimentos que no confundan nuestra mente. Evitemos la intempe-
rancia. No podemos debilitar nuestras facultades mentales o físicas
y perder la habilidad para discernir las cosas espirituales. Mantenga-
mos nuestra mente en condición tal que Dios pueda impresionarla
con las preciosas verdades de su Palabra.
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Así ejerceremos influencia sobre los demás. Muchos procuran
corregir a otros atacando los hábitos que para ellos son malos. Se
acercan a los que consideran están en error, les señalan sus defec-
tos, pero no hacen un esfuerzo ferviente y atinado para dirigir las
mentes a los principios verdaderos. Una conducta tal con frecuencia
no produce los resultados deseados. Al tratar de corregir a otros,
muchas veces despertamos su rechazo y hacemos más mal que bien.
No vigilemos a los demás para señalarles sus faltas o errores. Ense-
ñemos por el ejemplo. Permitamos que nuestra abnegación y nuestra
victoria sobre el apetito muestren cómo se viven los principios co-
rrectos. Dejemos que nuestra vida dé testimonio de la influencia
santificadora y ennoblecedora de la verdad.
De todos los dones que Dios ha concedido a los hombres, nin-
guno es más precioso que el don del habla. Si está santificada por el
Espíritu Santo, es una fuerza para el bien. Con la lengua convence-
mos y persuadirnos; con ella oramos y alabamos a Dios; y con ella
transmitimos valiosos pensamientos acerca del amor del Redentor.
Por el uso correcto del don del habla, el colportor puede sembrar en
muchos corazones las preciosas semillas de la verdad.
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