Página 325 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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La hospitalidad
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niños en su fe y conocimiento? un vaso de agua fría solamente, por
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cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa”.
vers. 42
.
La pobreza no necesita privarnos de manifestar hospitalidad. He-
mos de compartir lo que tenemos. Hay quienes luchan para ganarse
la vida, otros tienen grandes dificultades para suplir sus necesidades;
pero todos ellos aman a Jesús en la persona de sus santos y están
listos para mostrar hospitalidad a creyentes e incrédulos, tratando
de hacer provechosas sus visitas. En la mesa y en el culto de la
familia, dan la bienvenida a los huéspedes. El momento de oración
impresiona a quienes reciben su hospitalidad, y aun una visita puede
significar la salvación de un alma de la muerte. El Señor toma nota
diciendo: “Te lo pagare”.
Hermanos y hermanas, invitad a vuestros hogares a las personas
que necesitan compañía y bondadosa atención. Sin ostentación, al
ver su necesidad, acogedlos y manifestadles verdadera hospitalidad
cristiana. Hay preciosos privilegios en el intercambio social.
“No sólo de pan vivirá el hombre” (
Mateo 4:4
), y a medida que
compartimos con otros nuestro alimento temporal, debemos compar-
tir también esperanza, valor y amor cristiano. Debemos “consolar a
los que están en cualquiera tribulación, por medio de la consolación
con que nosotros somos consolados de Dios”
2 Corintios 1:4
. Y se
nos asegura que “poderoso es Dios para hacer que abunde en voso-
tros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas
todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra”.
2 Corintios 9:8
.
Vivimos en un mundo de pecado y tentación; en nuestro derredor
hay personas que perecen sin Cristo; y Dios quiere que trabajemos
por ellas de toda manera posible. Si tenemos un hogar agradable,
invitemos a los jóvenes que no tienen hogar, que necesitan ayuda,
que anhelan simpatía, palabras bondadosas, respeto y cortesía. Si
deseáis traerlos a Cristo, debéis mostrarles que los amáis y respetáis
como comprados por su sangre.
En la providencia de Dios estamos en relación con los que no
tienen experiencia, con muchos que necesitan compasión y piedad.
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Necesitan socorro, porque son débiles. Los jóvenes necesitan ayuda.
Con la fuerza de Aquel cuya amante bondad se ejercita con los
indefensos, los ignorantes y los que son contados como los menores
de sus pequeñuelos, debemos trabajar para su futuro bienestar, para