Página 334 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
sabrosas. Provéase algo que sea considerado como un plato especial,
algo que la familia no tiene cada día.
Tomen parte los niños en el culto de familia. Traigan todos sus
Biblias, y lea cada uno de ellos uno o dos versículos. Luego cántese
algún himno familiar, seguido de oración. Para esta oración, Cristo
ha dejado un modelo. El Padrenuestro no fue destinado a ser repetido
simplemente como una fórmula, sino que es una ilustración de
cómo deben ser nuestras oraciones: sencillas, fervientes y abarcantes.
En una simple petición, expresad al Señor vuestras necesidades,
y gratitud por su misericordia. Así invitáis a Jesús como vuestro
huésped bienvenido en el hogar y el corazón. En la familia, las largas
oraciones acerca de situaciones o casos remotos, no están en su
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lugar. Hacen cansadora la hora de la oración, cuando debiera ser
considerada como un privilegio y una bendición. Procurad que ese
momento ofrezca interés y gozo.
La Escuela Sabática y la reunión del culto ocupan sólo una parte
del sábado. La parte que queda para la familia puede abarcar las más
sagradas y preciosas horas del sábado. Mucho de este tiempo deben
pasarlo los padres con sus hijos. En muchas familias se deja solos a
los niños menores, para que se diviertan lo mejor que puedan. En
tales condiciones, no tardan en volverse inquietos, empiezan a jugar
y se dedican a causar perjuicios. Así el sábado no tiene para ellos
significado sagrado.
Cuando el tiempo es agradable, paseen los padres con sus hijos
por los campos y huertos. En medio de las cosas hermosas de la na-
turaleza, explíquenles por qué fue instituido el sábado. Descríbanles
la gran obra creadora de Dios. Díganles que cuando la tierra salió
de su mano era santa y hermosa. Cada flor, cada arbusto, cada árbol,
respondía al propósito de su Creador. Todo lo que veían los ojos era
hermoso y llenaba la mente de pensamientos relativos al amor de
Dios. Todo sonido era como música en armonía con la voz de Dios.
Mostradles que fue el pecado lo que mancilló la obra perfecta de
Dios; que las espinas y los cardos, el pesar y la muerte, son todos
resultados de la desobediencia a Dios. Invitadlos a considerar cómo
la tierra, aunque mancillada por la maldición del pecado, sigue re-
velando la bondad de Dios. Los campos verdes, los altos árboles,
la alegre luz del sol, las nubes, el rocío, la quietud solemne de la
noche, la gloria del cielo estrellado y la luna en su belleza, todo