Página 341 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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La observancia del sábado
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a ti clamé y me sanaste... Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y
celebrad la memoria de su santidad”.
Salmos 29:1, 2; 30:1-4
.
La iglesia de Dios en la tierra es una con la iglesia de Dios en el
cielo. Los creyentes de la tierra y los seres del cielo, que nunca han
caído constituyen una sola iglesia. Todo ser celestial está interesado
en las asambleas de los santos que en la tierra se congregan para
adorar a Dios. En el atrio interior del cielo, escuchan el testimonio
que dan los testigos de Cristo en el atrio exterior de la tierra. Las
alabanzas de los adoradores de este mundo hallan su complemento
en la antífona celestial, y el loor y el regocijo repercuten por todos
los atrios celestiales porque Cristo no murió en vano por los caídos
hijos de Adán. Mientras que los ángeles se sacian en el manantial
principal, los santos de la tierra beben los raudales puros que fluyen
del trono y alegran la ciudad de nuestro Dios. ¡Ojalá que todos
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pudiesen comprender cuán cerca está el cielo de la tierra! Aun
cuando los hijos nacidos en la tierra no lo saben, tienen ángeles
de luz por compañeros. Un testigo silencioso vela sobre toda alma,
tratando de atraerla a Cristo. Mientras haya esperanza, hasta que
los hombres resistan al Espíritu Santo para eterna ruina suya, son
guardados por los seres celestiales. Recordemos todos que en cada
asamblea de los santos realizada en la tierra, hay ángeles de Dios
escuchando los testimonios, himnos y oraciones. Recordemos que
nuestras alabanzas quedan suplidas por los coros de las huestes
angélicas en lo alto.
Por lo tanto, mientras nos reunimos sábado tras sábado, cantemos
alabanzas a Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.
“Al que nos amó, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre”,
rinda adoración el corazón. Sea el amor de Cristo el tema principal de
lo que dice el predicador. Sea lo que se exprese con sencillo lenguaje
en todo himno de alabanza. Dicte la inspiración del Espíritu de
Dios nuestras oraciones. Mientras se pronuncie la palabra de vida,
atestigüe nuestra sentida respuesta que hemos recibido el mensaje
como mensaje del cielo. Esto es muy anticuado, lo sé, pero es una
ofrenda de agradecimiento a Dios por el pan de vida dado al alma
hambrienta. Esta respuesta a la inspiración del Espíritu Santo será
una fuerza en nuestra propia alma y un estímulo para otros. Dará
cierta evidencia de que hay en el edificio de Dios piedras vivas que
emiten luz.