Página 346 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
iglesia que nunca se convirtieron, y de los que se apartaron de la
verdad. ¿Qué influencia ejercerían esos miembros no consagrados
sobre los nuevos conversos? ¿No anularían el mensaje dado por
Dios, que su pueblo debe apoyar?
Que cada uno examine sus hábitos para determinar si no adolece
de prácticas claramente perjudiciales. Deben abandonar todo exceso
malsano en el comer y el beber. Algunos viajan a países lejanos en
busca de un clima que mejore su salud; sin embargo, dondequiera
que estén, su estómago les ocasionará molestias constantes. Se pro-
vocan sufrimientos que luego nadie puede aliviar. Deben armonizar
sus hábitos diarios con las leyes de la naturaleza; y al actuar, además
de creer, podrán rodear tanto sus cuerpos como sus espíritus de un
ambiente que será un sabor de vida para vida.
Hermanos, hemos quedado muy atrás. La iglesia no está ha-
ciendo muchas de las cosas que debiera realizar para convertirse en
una iglesia resplandeciente y activa. Mediante la complacencia del
apetito mal dirigido, muchos deterioran su salud hasta el punto en
que se origina una lucha constante contra los intereses supremos
del espíritu. La verdad no se acepta aunque se presenta en forma
clara. Deseo exponer claramente este asunto ante los miembros de
nuestras iglesias. Debemos formar hábitos que estén en conformidad
con la voluntad de Dios. Se nos asegura que “es Dios quien obra en
vosotros”; sin embargo, la gente debe hacer su parte para controlar el
apetito y las pasiones. La vida religiosa requiere la interacción de la
mente y el corazón en armonía con el poder divino. Nadie puede por
sí mismo lograr su propia salvación, y Dios tampoco puede obrar
en favor de alguien sin que dicha persona coopere. Sin embargo,
cuando el hombre trabaja con dedicación, Dios obra con él y le
concede poder para que llegue a ser hijo de Dios.
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Hay personas que cuando se les habla del tema de la salud,
suelen decir: “Conocemos mucho más de lo que practicamos”. No
se dan cuenta que son responsables por cada rayo de luz que les
llega respecto a su bienestar físico, y que cada hábito está sujeto
al escrutinio de Dios. La vida física no se debe tratar casualmente.
Cada órgano y cada fibra de nuestro ser deben ser cuidadosamente
resguardados de toda práctica dañina.