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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
cómo sus propias palabras se repiten exageradas, para darles un
significado que no se proponían darles. Por lo tanto, ejerzan cuidado
nuestros hermanos y hablen cautelosamente en todo momento y en
toda circunstancia. Sean todos cautos, no sea que por expresiones
temerarias provoquen un tiempo de aflicción antes de la gran crisis
que ha de probar las almas de los hombres.
Cuantas menos acusaciones directas hagamos contra las autori-
dades y potestades, tanto mayor será la obra que podremos realizar
en los Estados Unidos y en los otros países; pues las demás naciones
seguirán el ejemplo de los Estados Unidos. Si bien estos encabeza-
rán el movimiento, la misma crisis sobrevendrá a nuestro pueblo en
todas partes del mundo.
Nuestra obra consiste en magnificar y exaltar la ley de Dios. La
verdad de la santa Palabra de Dios debe ser manifestada. Debemos
enaltecer las Escrituras como norma de vida. Con toda modestia,
con un espíritu de gracia y el amor de Dios, debemos indicar a los
hombres que el Señor Dios es el Creador de los cielos y de la tierra,
y que el séptimo día es reposo de Jehová.
En el nombre del Señor hemos de avanzar, desplegar su estandar-
te y defender su Palabra. Cuando las autoridades nos ordenen que no
hagamos esta obra; cuando nos prohíban proclamar los mandamien-
tos de Dios y la fe de Jesús, entonces será necesario que digamos
como los apóstoles: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer
antes a vosotros que a Dios: porque no podemos dejar de decir lo
que hemos visto y oído”.
Hechos 4:19
.
La verdad ha de ser presentada con el poder del Espíritu Santo.
Es lo único que puede dar eficacia a nuestras palabras: Únicamente
por el poder del Espíritu se habrá de ganar y conservar la victoria. El
agente humano debe ser movido por el Espíritu de Dios. Los obreros
deben ser guardados para la salvación por el poder de Dios mediante
la fe. Deben tener sabiduría divina, a fin de que nada de lo que digan
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incite a los hombres a cerrarnos el camino. Inculcando la verdad
espiritual, hemos de preparar un pueblo que podrá, con mansedumbre
y temor, dar razón de su fe ante las autoridades supremas de nuestro
mundo.
Necesitamos presentar la verdad en su sencillez, defender la
piedad práctica; y debemos hacer esto con el espíritu de Cristo. La
manifestación de un espíritu tal ejercerá la mejor influencia sobre