Página 389 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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La iglesia y el ministerio
Cualquier cosa que sea menos que un servicio activo y ferviente
por el Maestro desmiente nuestra profesión de fe. Únicamente un
cristianismo revelado por una labor ferviente y práctica impresionará
a los que están muertos en sus delitos y pecados. Los cristianos
humildes que creen y oran, los que por sus acciones demuestran
que su mayor deseo es dar a conocer la verdad salvadora que ha de
probar a toda la gente, cosecharán una rica mies de almas para el
Maestro.
Necesitamos romper la monotonía de nuestra labor religiosa.
Estamos haciendo una obra en el mundo, pero no manifestamos
suficiente actividad y celo. Si fuésemos más fervorosos, los hombres
se convencerían de la verdad de nuestro mensaje. La manera inocua
y monótona en que servimos a Dios es rechazada por mucha gente
de una clase superior, que necesita ver un celo profundo, ferviente
y santificado. La religión legal no responderá a las necesidades de
esta época. Podemos cumplir todos los actos exteriores de servicio
y estar, sin embargo, tan destituidos de la influencia vivificadora
del Espíritu Santo como estaban destituidas de rocío y lluvia las
colinas de Gilboa. Todos necesitamos lluvia espiritual, y también
los brillantes rayos del Sol de justicia para enternecer y subyugar
nuestro corazón. Debemos ser siempre tan firmes en los principios
como una roca. Debemos enseñar los principios bíblicos y apoyarlos
con una práctica santa.
Los que sirven a Dios deben manifestar animación y firmeza
en la obra de salvar almas. Recordemos que hay quienes perecerán
a menos que nosotros, como instrumentos de Dios, obremos con
resolución inquebrantable. Debemos depender de continuo del trono
de la gracia.
Es inexcusable que la fe de nuestras iglesias sea tan débil. “Vol-
veos a la fortaleza, oh presos de esperanza”.
Zacarías 9:12
. En Cristo
hay fuerza para nosotros. Él es nuestro Abogado delante del Padre.
Envía sus mensajeros a todas partes de su dominio para comuni-
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