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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
podían descansar hasta que los rayos de luz que habían iluminado
su mente resplandeciesen sobre otros. Multitudes de incrédulos
llegaban a conocer la razón de la esperanza del cristiano. Se hacían
cálidos e inspirados llamamientos personales a los pecaminosos y
errantes, a los desechados y a aquellos que, aun profesando conocer
la verdad, eran amadores de los placeres más que de Dios.
Pero después de un tiempo, el celo de los creyentes, su amor
a Dios y entre ellos, empezó a disminuir. Penetró la frialdad en la
iglesia. Surgieron divergencias y los ojos de muchos dejaron de
contemplar a Jesús como Autor y Consumador de su fe. Las masas
que podrían haber sido convencidas y convertidas por la práctica fiel
de la verdad fueron dejadas sin amonestación. Entonces fue cuando
el Testigo fiel dirigió su mensaje a la iglesia de Éfeso. Su falta de
interés por la salvación de la gente demostraba que había perdido su
primer amor; porque nadie puede amar a Dios con todo el corazón, la
mente, el alma y las fuerzas, sin amar a aquellos por quienes Cristo
murió. Dios los llamó a arrepentirse y hacer las primeras obras, o
quitaría su candelero de su lugar.
¿No se repite el caso de Éfeso en la iglesia de esta generación?
¿Cómo está empleando su conocimiento la iglesia que hoy ha reci-
bido el conocimiento de la verdad de Dios? Cuando sus miembros
vieron por primera vez la indecible misericordia de Dios por la espe-
cie caída, no podían permanecer en silencio. Los dominaba el anhelo
de cooperar con Dios para dar a otros las bendiciones que habían
recibido. Mientras impartían a otros, estaban recibiendo bendiciones
continuamente. Crecían en la gracia y en el conocimiento del Señor
Jesucristo. ¿Qué sucede hoy?
Hermanos y hermanas, vosotros que habéis aseverado durante
largo tiempo creer la verdad, os pregunto individualmente: ¿Han
estado vuestras prácticas en armonía con la luz, los privilegios y las
oportunidades que os concedió el cielo? Esta es una pregunta grave.
El Sol de justicia ha amanecido sobre la iglesia, y a esta le incumbe
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resplandecer. Es el privilegio de cada alma progresar. Los que están
relacionados con Cristo crecerán en la gracia y en el conocimiento
del Hijo de Dios hasta llegar a la plena estatura de hombres y mu-
jeres. Si todos los que aseveran creer la verdad hubiesen sacado el
mejor partido de su capacidad y oportunidad de aprender y obrar,
podrían haber llegado a ser fuertes en Cristo. Cualquiera que sea su