Página 397 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Las actividades misioneras
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las personas a quienes descuidasteis. En aquel gran día, os sentiréis
convencidos y condenados. El Señor os induzca ahora a arrepentiros,
y perdone él a su pueblo por haber descuidado la obra que él le
encomendó hacer en su viña.
“Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las
primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero
de su lugar, si no te hubieres arrepentido”.
Apocalipsis 2:5
.
¡Oh, cuán pocos conocen el tiempo de su visitación! ¡Cuán po-
cos, aun entre los que aseveran creer la verdad presente, comprenden
las señales de los tiempos, o lo que hemos de experimentar antes del
fin! Somos hoy objeto de la tolerancia de Dios; ¿pero cuánto tiempo
continuarán los ángeles de Dios reteniendo los vientos para que no
soplen?
No obstante la indecible misericordia de Dios hacia nosotros,
¡cuán pocos hay en nuestras iglesias que son verdaderamente hu-
mildes, consagrados y temerosos siervos de Dios! ¡Cuán pocos
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corazones están llenos de gratitud porque han sido honrados y llama-
dos a hacer algo en la obra de Dios y a participar de los sufrimientos
de Cristo!
Hoy muchísimos de los que componen nuestras congregaciones
están muertos en delitos y pecados. Van y vienen como la puerta
sobre sus goznes. Durante años han escuchado con complacencia
las verdades más solemnes y conmovedoras del alma, pero no las
han puesto en práctica. Por lo tanto, son cada vez menos sensibles
a la hermosura de la verdad. Los testimonios conmovedores de
reproche y amonestación ya no despiertan arrepentimiento en ellos.
Las melodías más dulces que provienen de Dios a través de los
labios humanos—la justificación por la fe y la justicia de Cristo—no
les arrancan una respuesta de amor y gratitud. Aunque el Mercader
celestial despliega delante de ellos las más finas joyas de la fe y
el amor, aunque los invita a comprar de él “oro afinado en fuego”
y “vestiduras blancas” a fin de que sean vestidos, y “colirio” a fin
de que vean, endurecen sus corazones contra él, y no cambian su
tibieza por el amor y el celo. Aunque profesan tener piedad, niegan
el poder de ella. Si continúan en este estado, Dios los rechazará. Se
están incapacitando para ser miembros de su familia.