Página 396 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
entusiasmo por las actividades mundanas, pero mantienen su reli-
gión separada dei sus quehaceres cotidianos. Dicen: “La religión
es religión, y los negocios son negocios”, porque Creen que cada
una tiene su propia esfera de acción. Por eso insisten en que “deben
permanecer separadas”.
A causa de las oportunidades descuidadas y del abuso de los
privilegios, los miembros de esas iglesias no están creciendo “en la
gracia y en conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”.
2 Pedro 3:18
. Por lo tanto, son débiles en fe, deficientes en conoci-
miento y niños en experiencia. No están arraigados ni crecen en la
verdad. Si permanecen en esta condición, los numerosos engaños de
los postreros días los seducirán inevitablemente, porque carecerán
de visión espiritual para discernir entre la verdad y el error.
Dios ha dado a sus ministros el mensaje de verdad para que lo
proclamen. Las iglesias deben recibirlo, y de toda manera posible
comunicarlo, mientras asimilan los primeros rayos de la luz y luego
los difunden. No haberlo hecho representa nuestro gran pecado. Lle-
vamos años de atraso. Los ministros han estado buscando el tesoro
escondido, abriendo el cofre y dejando resplandecer las joyas de la
verdad; pero los miembros de la iglesia no han hecho la centésima
parte de lo que Dios requiere de ellos. ¿Qué podemos esperar sino
deterioro en la vida religiosa cuando la gente escucha sermón tras
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sermón sin practicar la instrucción recibida? Si no se ejercita la
capacidad que Dios ha dado, se debilita y degenera. Más que esto,
cuando las iglesias permanecen inactivas, Satanás cuida de que se
mantengan ocupadas en lo que a él le conviene. Ocupa el campo,
alista a los miembros en actividades que absorben sus energías, des-
truyen la espiritualidad, y los hacen caer como pesos muertos sobre
la iglesia.
Hay entre nosotros quienes, si tomasen tiempo para considerarlo,
evaluarían su posición indolente como un descuido pecaminoso de
los talentos que Dios les ha dado. Hermanos y hermanas, vuestro
Redentor y todos los santos ángeles se entristecen por la dureza
de vuestro corazón. Cristo dio su vida para salvar a la gente, y, sin
embargo, vosotros que habéis conocido su amor hacéis muy poco
esfuerzo para impartir las bendiciones de su gracia a aquellos por
quienes él murió. Semejante indiferencia y negligencia del deber
asombra a los ángeles. En el juicio tendréis que encontraros con