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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
Despiértese a los ociosos
Hay personas que están pereciendo sin Cristo, y los que profesan
ser discípulos de Cristo las dejan perecer. A nuestros hermanos se
les han confiado talentos para la obra de salvar almas; pero algunos
los han envuelto en un lienzo y los han enterrado en el suelo. ¿Qué
semejanza tienen estos ociosos con el ángel que se muestra volando
por en medio del cielo, proclamando los mandamientos de Dios
y la fe de Jesús? ¿Qué súplicas se deben hacer a los ociosos para
despertarlos, a fin de que vayan a trabajar para el Maestro? ¿Qué
podemos decir al miembro de la iglesia perezoso, para hacerle sentir
la necesidad de desenterrar su talento y darlo a los banqueros? No
habrá ociosos ni perezosos en el reino de los cielos. ¡Dios quiera
presentar este asunto en toda su importancia a las iglesias dormidas!
¡Ojalá que Sión se levante y se vista sus ropas de gala! ¡Ojalá
resplandezca!
Hay muchos ministros ordenados que nunca han atendido como
pastores a la grey de Dios, que nunca han velado por las almas como
quienes deben dar cuenta de ellas. En vez de desarrollarse, la iglesia
queda en la condición de un cuerpo débil y deficiente. Los miembros
de la iglesia, acostumbrados a confiar en la predicación, hacen poco
para Cristo. No llevan fruto, sino que más bien aumentan su egoísmo
e infidelidad. Ponen su esperanza en el predicador y dependen de sus
esfuerzos para mantener viva su débil fe. Por cuanto los miembros de
la iglesia no han sido debidamente instruidos por aquellos a quienes
Dios puso como veedores, muchos son siervos perezosos que ocultan
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sus talentos en la tierra; y, sin embargo, se quejan de cómo el Señor
los trata. Esperan ser atendidos como niños enfermos.
Esta condición de debilidad no debe continuar. Debe hacerse
una obra bien organizada en la iglesia, para que sus miembros sepan
cómo impartir la luz a otros, y así fortalecer su propia fe y aumentar
su conocimiento. Mientras impartan aquello que recibieron de Dios,
serán confirmados en la fe. Una iglesia que trabaja es una iglesia
viva. Somos incluidos en la edificación como piedras vivas, y cada
piedra ha de emitir luz. Cada cristiano es comparado a una piedra
preciosa que capta la gloria de Dios y la refleja.
La idea de que el ministro debe llevar toda la carga y hacer todo
el trabajo, es un gran error. Podría suceder que, recargado de trabajo