Página 409 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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El aumento de instituciones
Es necesario efectuar una vasta obra en todo el mundo, pero
nadie debe suponer que debido a la proximidad del fin es innecesario
realizar esfuerzos especiales para crear las diversas instituciones que
la obra requerirá. No es posible saber el día ni la hora de la venida
del Señor, porque esto no se nos ha revelado; que nadie efectúe
especulaciones acerca de algo que no se ha puesto a su alcance. Que
cada uno trabaje con lo que se le ha puesto en las manos, y realice
los deberes requeridos por Dios.
Cuando el Señor nos pida que nuestros esfuerzos para construir
nuevas capillas y establecer escuelas, sanatorios y casas editoras;
entonces habrá llegado el momento de cruzarnos de brazos y dejar
que el Señor concluya la obra; pero ahora es la oportunidad de
demostrar nuestro fervor por Dios y nuestro amor por la humanidad.
Debemos ser socios en la obra de Dios en el mundo entero; debe-
mos aportar nuestra ayuda en cualquier parte donde haya almas que
salvar, para que muchos hijos e hijas de Dios puedan ser conducidos
a él. El fin está cerca, razón por la cual debemos tratar de obtener
resultados óptimos mediante todas las habilidades recibidas, y de
cada departamento que aporte su ayuda a la obra.
Es necesario establecer escuelas para educar a los menores, para
que los que se dedican a la obra ministerial puedan alcanzar logros
importantes en el conocimiento de la Biblia y las ciencias. Hay
que establecer instituciones para el tratamiento de los enfermos en
países extranjeros, y hay que formar médicos misioneros que sean
abnegados; que ensalcen la cruz, que estén preparados para trabajar
en posiciones de confianza, y que sean capaces de educar a otros.
Además de todo esto, Dios pide misioneros que trabajen en su propio
país. Los que trabajan para Dios en campos misioneros, o en su país
deben ser abnegados, deben llevar su cruz y restringir sus propios
deseos, para abundar en buenos frutos.
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Una fe que abarque menos que eso, niega el carácter cristiano.
La fe del Evangelio es aquella cuyo poder y gracia son de origen
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