Página 432 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
samente? ¿Quiénes harán ahora por sus hermanos en Europa lo que
ellos quisieran que se hiciera en su favor en circunstancias similares?
¿Quiénes cooperarán con los ángeles ministradores?
El Señor llama a su pueblo para que dé ofrendas con sacrificio.
Renunciemos a algo que planeábamos comprar para la comodidad o
el placer personal. Enseñemos a nuestros hijos a negarse a sí mismos
y a convertirse en las manos ayudadoras del Señor para dispensar
sus bendiciones.
Les ruego a mis hermanos escandinavos que hagan lo que pue-
den. Uniremos nuestros esfuerzos con su obra de amor y de servicio.
Hay suficientes recursos en las manos de los mayordomos del Señor
para hacer esta obra si se unen en tierna simpatía para restaurar,
sanar y comunicar salud y prosperidad a las agencias de Dios.
Las sumas que ustedes den pueden ser pequeñas cuando se las
compara con las necesidades de la obra, pero no se desanimen. Ten-
gan fe en Dios. Aférrense firmemente a la mano del Poder infinito,
y lo que al principio parecía sin esperanza se verá diferente. La ali-
mentación de los cinco mil es una lección práctica para nosotros. El
que con cinco panes y dos pececitos alimentó a cinco mil hombres,
además de las mujeres y los niños, puede hacer grandes cosas para
su pueblo hoy.
Léase el relato de cómo el profeta Elías alimentó a cien hombres:
“Vino entonces un hombre de Baal-salisa, el cual trajo al varón de
Dios panes de primicias, veinte panes de cebada, y trigo nuevo en
su espiga. Y él dijo: Da a la gente para que coma. Y respondió
su sirviente: ¿Cómo pondré esto delante de cien hombres? Pero él
volvió a decir: Da a la gente para que coma, porque así ha dicho
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Jehová: Comerán, y sobrará. Entonces lo puso delante de ellos, y
comieron, y les sobró, conforme a la palabra de Jehová”.
2 Reyes
4:42-44
.
¡Qué condescendencia de parte de Cristo al realizar este milagro
para satisfacer el hambre! Alivió el hambre de un centenar de hijos
de los profetas, y vez tras vez desde entonces, aunque no siempre en
una manera tan notable y visible, ha obrado para suplir la necesidad
humana. Si tuviéramos un discernimiento espiritual más claro, de
modo que pudiéramos reconocer más prontamente el trato miseri-
cordioso y compasivo de Dios con su pueblo, obtendríamos una rica
experiencia. Necesitamos estudiar, más de lo que lo hacemos, la