Página 85 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Después del congreso campestre
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misericordia, benevolencia y la piedad más tierna por el doliente y
el pecador.
En cada lugar donde se presenta la verdad, deben hacerse fer-
vorosos esfuerzos desde el comienzo para predicar el Evangelio a
los pobres y sanar a los quebrantados de salud. Fielmente realizado,
este trabajo agregará a la iglesia muchas almas que habrán de ser
salvas.
Los que trabajan de casa en casa encontrarán oportunidades para
el ministerio en muchos frentes. Deben orar por los enfermos y hacer
todo lo que esté a su alcance para aliviarlos del sufrimiento. Deben
trabajar entre los humildes, los pobres y los oprimidos. Debemos orar
por y con los desamparados que no tienen fuerza de voluntad para
controlar los apetitos degradados por las pasiones. Deben hacerse
fervorosos y perseverantes esfuerzos por la salvación de aquellos
en cuyos corazones se ha despertado un interés. Muchos pueden
ser alcanzados solamente por acciones de bondad desinteresada.
Sus necesidades físicas deben ser aliviadas antes. A medida que
observen evidencias de nuestro amor desinteresado, será más fácil
creer en el amor de Cristo.
Las enfermeras misioneras son las mejor calificadas para esta
obra; pero otras deben unirse a ellas. Estas, aunque no educadas ni
entrenadas especialmente en enfermería, pueden aprender de sus
compañeras de labor la mejor manera de trabajar.
Abundan la habladuría, el fariseísmo y la vanagloria; pero es-
tos jamás ganarán almas para Cristo. El amor puro, santificado, tal
como se manifestó en la vida de Cristo, es como un perfume sa-
grado; como el perfume del aceite aromático derramado por María
Magdalena, llena toda la habitación con fragancia. La elocuencia,
el conocimiento, la verdad y los talentos inusuales, mezclados con
amor, son todos dones preciosos. Pero ni la habilidad ni los talentos
mejor seleccionados pueden por ellos solos ocupar el lugar del amor.
Este amor debe ser manifestado por los obreros del Señor. El
amor por Dios y por quienes Cristo ha muerto, hará una obra que
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escasamente comprendemos. Quienes no aprecian ni cultivan este
amor, no pueden ser misioneros de éxito.
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