Página 98 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Después del bautismo
Los votos que asumimos con el bautismo abarcan mucho. En el
nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, somos sepultados a la
semejanza de la muerte de Cristo, y levantados a semejanza de su
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resurrección, y hemos de vivir una vida nueva. Nuestra vida debe
quedar ligada con la vida de Cristo. Desde entonces en adelante el
creyente debe tener presente que está dedicado a Dios, a Cristo y
al Espíritu Santo. Debe subordinar a esta nueva relación todas las
consideraciones mundanales. Ha declarado públicamente que ya
no vive en orgullo y complacencia propia. Ya no habrá de vivir en
forma descuidada e indiferente. Ha hecho un pacto con Dios. Ha
muerto al mundo y debe vivir para Dios y dedicarle toda capacidad
que él le haya concedido, sin perder jamás de vista el hecho de que
lleva la firma de Dios; es un súbdito del reino de Cristo, participante
de la naturaleza divina. Debe entregar a Dios todo lo que es y todo
lo que tiene, empleando sus dones para gloria de su nombre.
Las obligaciones del pacto espiritual que se expresan en el bau-
tismo son mutuas. Mientras los seres humanos desempeñen su parte
con obediencia ferviente, tendrán derecho a orar: “Sea hoy manifies-
to que tú eres Dios en Israel”.
1 Reyes 18:36
. El hecho de que habéis
sido bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
es una garantía de que si pedís su ayuda, estas potestades os ayu-
darán en toda emergencia. El Señor oirá y contestará las oraciones
de los que le siguen sinceramente, llevan el yugo de Cristo y en su
escuela aprenden a ser mansos y humildes.
“Si, pues habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba,
donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en
las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y
vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”.
Colosenses 3:1-3
.
“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de
entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedum-
bre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos
a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo
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