No para los que andan en busca del placer
A los obreros de nuestros sanatorios en el Sur de Califomia
Tengo un mensaje que dar a nuestros hermanos del Sur de Ca-
lifornia. El Señor no les pide que provean instalaciones para el
entretenimiento de los turistas. Se sentaría un precedente equivoca-
do delante del pueblo del Señor si se estableciera alguna institución
con ese propósito. Los resultados no justificarían los esfuerzos reali-
zados.
¿Por qué establecemos sanatorios? Para que los enfermos que
acuden a ellos en busca de tratamientos puedan recibir alivio de sus
sufrimientos físicos y a la vez obtener ayuda espiritual. Debido a su
condición de salud precaria se hallan susceptibles a la influencia san-
tificadora de los misioneros médicos que se esfuerzan por sanarlos.
Trabajemos con sabiduría, en favor de sus mejores intereses.
No construimos sanatorios para que sirvan de hoteles. En nues-
tros sanatorios se deben recibir sólo las personas que deseen confor-
marse con los principios correctos, y que estén dispuestas a aceptar
los alimentos que podemos colocar delante de ellas a conciencia.
Si permitiéramos a los pacientes tener bebidas intoxicantes en sus
cuartos, o si les sirviéramos carnes, no les podríamos ofrecer la
ayuda que deberían recibir al acudir a nuestros sanatorios. Todo el
mundo debería saber que excluimos estos artículos por cuestiones de
principio tanto de nuestros sanatorios como de nuestros restaurantes.
¿No deseamos ver a nuestros semejantes libres de enfermedades e
invalidez, gozando de salud y nuevas fuerzas? Entonces seamos tan
leales a los principios como la brújula al polo.
Aquellos cuya obra consiste en trabajar por la salvación de las
almas deben mantenerse libres de los planes que el mundo acostum-
bra. No deben, con el pretexto de ganar la influencia de algún rico,
enredarse en planes que deshonren su profesión de fe. No deben ven-
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der sus almas por una ventaja financiera. No deberían hacer nada que
pudiera retardar la obra de Dios o rebajar las normas de la justicia.
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