Página 112 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
de los principios de nuestra fe y de no dar la impresión de que no
es malo conformarse al mundo. Sienta gran temor de prestar oído
a los consejos de cualquier hombre, fuere cual fuere su puesto, si
obra en forma contraria a lo que Dios ha realizado para mantener a
su pueblo separado del mundo.
El Señor está probando a su pueblo, para ver quien será leal a
los principios de su verdad. Nuestra obra consiste en proclamar al
mundo los mensajes del primer ángel, el segundo y el tercero. En el
desempeño de nuestros deberes, no debemos despreciar ni temer a
nuestros enemigos. No está de acuerdo con la orden de Dios que nos
liguemos por contratos con los que no son de nuestra fe. Debemos
tratar con bondad y cortesía a los que se niegan a ser leales a Dios,
pero nunca hemos de unimos con ellos para consultarlos acerca
de los intereses vitales de su obra. Poniendo nuestra confianza en
Dios, debemos avanzar firmemente, hacer su obra con abnegación,
confiar humildemente en él, entregarnos a su providencia nosotros
mismos y todo lo que concierne a nuestro presente y futuro, mantener
firme el principio de nuestra confianza hasta el fin y recordar que
recibimos las bendiciones del cielo, no porque las merezcamos, sino
porque Cristo las merece y porque mediante la fe en él aceptamos la
abundante gracia de Dios.
Oro a Dios para que mis hermanos comprendan que el mensaje
del tercer ángel significa mucho para nosotros, y que la observancia
del verdadero día de reposo es la señal que distingue a los que sirven
a Dios de los que no le sirven. Despiértense los que se han vuelto
soñolientos e indiferentes. Somos llamados a ser santos, y debemos
aplicarnos cuidadosamente a no dar la impresión de que no tiene
importancia el que conservemos o no las características peculiares de
nuestra fe. Nos incumbe la solemne obligación de asumir en favor de
la verdad y de la justicia una posición más decidida que la que hemos
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asumido en lo pasado. La línea de demarcación entre los que guardan
los mandamientos de Dios y los que no los guardan debe resaltar
con claridad inequívoca. Debemos honrar concienzudamente a Dios
y emplear diligentemente todos los medios para cumplir nuestro
pacto con él, a fin de recibir sus bendiciones, que son tan esenciales
para el pueblo que va a ser probado severamente. Deshonramos
grandemente a Dios si damos la impresión de que nuestra fe y
nuestra religión no constituyen una fuerza dominante en nuestra