Página 166 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
cumben. Viven en lo irreal, y no tienen el menor deseo de escudriñar
las Escrituras para nutrirse del maná celestial. Su mente se debilita
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y pierde su facultad de considerar los grandes problemas del deber y
del destino.
Se me ha mostrado que los jóvenes están expuestos a grandes
peligros a causa de las malas lecturas. Satanás induce tanto a jóvenes
como adultos a someterse al ensalmo de las historias sin valor. Si
se pudiese quemar una buena parte de los libros publicados, con
ello se detendría una plaga que realiza una obra espantosa mediante
el debilitamiento de los espíritus y la corrupción de los corazones.
Nadie es tan firme en los principios de la justicia que quede a
cubierto de la tentación. Todas estas lecturas sin valor deberían
descartarse resueltamente.
El Señor no nos permite dedicarnos a la impresión o venta de
tales publicaciones, pues son un agente de destrucción para muchas
almas. Sé lo que escribo, pues esta cuestión me ha sido presentada
claramente. Que aquellos que creen en el mensaje de nuestro tiem-
po no se dediquen a semejante trabajo con la esperanza de ganar
dinero. El Señor pondría su maldición sobre el dinero así obtenido,
y esparciría más de lo que podría haberse juntado.
Hay otra clase de impresos más peligrosos que la lepra, más mor-
tíferos que las plagas de Egipto, contra los cuales deben precaverse
constantemente nuestras casas editoriales. Al aceptar trabajos de
afuera, deben cuidar de no recibir en nuestras instituciones manuscri-
tos que expongan las perniciosas teorías del hipnotismo, espiritismo,
romanismo y otros misterios de iniquidad.
No se coloque en las manos de nuestros empleados nada que
pueda echar una sola semilla de duda sobre la autoridad o pureza de
las Escrituras. En ningún caso dejéis escritos de incrédulos bajo los
ojos de los jóvenes cuya mentalidad propende con avidez a aceptar
lo nuevo. Aunque reportasen las mayores entradas, las tales obras se
publicarían con inmenso déficit.
Permitir que cosas semejantes pasen por nuestras instituciones,
es colocar en manos de nuestros empleados y presentar al mundo
el fruto prohibido del árbol del conocimiento. Es invitar a Satanás
a entrar con su ciencia seductora; es insinuar sus principios en las
mismas instituciones establecidas para el adelantamiento de la santa
causa de Dios. Publicar tales obras, sería cargar los cañones del
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