Página 187 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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La iglesia y la casa editora
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hombres y mujeres realmente íntegros, ni obreros aceptables en la
institución de Dios, si descuidan estos deberes.
Los que dirigen la institución en sus diferentes ramos deben velar
especialmente para que la juventud contraiga buenas costumbres a
este respecto. Cuando ella descuida las reuniones, cuando se aparta
de sus deberes hacia la iglesia, buscad la causa. Mediante esfuerzos
llenos de tacto y de bondad, tratad de despertar a los negligentes y
haced revivir el interés que vacila.
Nadie debe hallar en su trabajo un pretexto para descuidar el
servicio sagrado del Señor. Más valdría poner a un lado su trabajo
que descuidar sus deberes hacia Dios.
* * * * *
A los hermanos a quienes han sido confiadas responsabilidades en
las casas editoriales:
Quiero llamar vuestra atención a la importancia que tiene el asis-
tir a nuestras asambleas anuales; no sólo a las reuniones de negocios,
sino a las reuniones que contribuirán a iluminaros espiritualmente.
No os dais cuenta de la necesidad de estar en relación íntima con el
cielo. Sin esta comunión, ninguno de vosotros está seguro; ninguno
está capacitado para hacer la obra de Dios de un modo aceptable.
En esta obra, más que en cualquier ocupación secular, el éxito
guarda proporción con el espíritu de consagración y abnegación con
que se trabaja. Los que llevan responsabilidades como directores
de esta obra, necesitan colocarse donde podrán ser impresionados
profundamente por el Espíritu de Dios. Su deseo de recibir el bautis-
mo del Espíritu Santo y un conocimiento de Dios y de Cristo debe
ser tanto mayor del que sienten otros cuanto más responsabilidades
implica su puesto de confianza que el de un empleado común.
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Los talentos naturales y adquiridos son todos dones de Dios y de-
ben ser conservados constantemente bajo la dirección de la potencia
divina y santificadora de su Espíritu. Necesitan sentir profundamente
su falta de experiencia en esta obra, y esforzarse con celo en adquirir
el conocimiento y la sabiduría necesarios para emplear cada facultad
del cuerpo y de la mente de tal manera que glorifique a Dios.
“Os daré corazón nuevo”. Cristo debe morar en nuestro corazón,
así como la sangre está en nuestro cuerpo y circula por él como una